La pandemia lo dejó claro: salud somos nada. Tras un año de crisis, las experiencias no se definen por spas, sino por rituales que nos den bienestar.
Masajes, pulidos, envolturas en algas y ungüentos, zambullidas en agua helada o con sal, chorros hirvientes, vapor húmedo o seco, golpeteos suaves en músculos adoloridos, piedras calientes, cremas faciales y corporales, aceites esenciales y acupuntura, sin contar con lo último en láser y ultrasonido… La lista de tratamientos que hoy ofrecen los spas es prácticamente infinita, casi tanto como los dólares que mueve el mercado del bienestar, que en 2019 estaba valuado en 4.2 trillones de dólares, según la ONG The Global Wellness Institute. Pero si crees que el Covid devaluó esta gran mina de oro, piensa dos veces. Porque más de un año después de que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia, el bienestar cobró más importancia que nunca, al punto de ser considerado el nuevo lujo. El único que importa, en realidad.
Tendencias en un mundo en pandemia
Entre las tendencias que gobernarán este nuevo lujo en la actual contingencia figuran un bienestar más inclusivo y accesible. Un bienestar mucho más en contacto con la medicina -cuando antes, la medicina y el bienestar operaban equivocadamente en esferas separadas- y con una búsqueda de sanación. Esto último, no tanto en el sentido espiritual, sino pensando en un cuerpo indiscutiblemente saludable y con un sistema inmunitario robusto que pueda hacer frente a la actual pandemia de Covid. Por último, un bienestar más vinculado con la naturaleza. Más enfocado en la contemplación y en la valoración de las cosas sencillas de la vida. Y menos materialista.
La pandemia significó un freno total a la industria turística, que después de unos meses de pausa, se reinició, para mejor, dicen el último reporte deThe Global Wellness Institute. Así, los viajes exprés y “maníacos”, se han ido reemplazando por un “turismo slow”, más en contacto con el destino y nosotros mismos. En cuanto a los tratamientos de bienestar, las tendencias le otorgan más importancia que nunca, aunque aclarando algunos términos que con el tiempo han sido tergiversados.
Salud por el agua, el mejor ejemplo de la unión entre bienestar y lujo
En este frenesí por alcanzar un ansiado estado de bienestar y salud, el término “Spa” se ha desvirtuado. Así, cualquier espacio con camilla y música lounge hoy recibe este nombre… Lo cual es un malentendido, advierte Bonnie Baker, antropóloga estadounidense que se dedica a diseñar áreas de bienestar en hoteles de lujo– del hotel Cartesiano, en Puebla, por ejemplo -. “El término ´Spa´ se origina en el latín “salutem per aqua” y alude a las maneras en las que este líquido vital puede curar. Sea con aguas termales, infusiones de hierbas, baños de contraste, etc. El hecho de que el cuerpo esté compuesto por más de un 70 por ciento de H2O se traduce en que la mayoría de tratamientos busquen la “salud por el agua”, explica Bonnie. Para esta experta, este vocablo de origen latino es en realidad la punta del iceberg de un cúmulo de prácticas que “promueven un estado de salud y que también crean una economía alrededor de este enfoque”. Así, la prueba que de bienestar y lujo van de la mano.
Economía del wellness
El término “economía” no es inocente: la industria del bienestar de lujo no solo mueve millones, sino que beneficia a rubros asociados, como el turismo de salud, los despachos de arquitectura o los desarrollos inmobiliarios. Todo ello mientras su maquinaria tiende cada vez más hacia la hiperespecialización. Esto implica que quienes acudimos a un Spa podamos elegir el que mejor se adecúe a nuestras necesidades. Así, existen los Spa de día y los Destination Spa, ubicados en resorts alejados de centros urbanos y cuyos programas intentan mejorar ciertos hábitos.
En todo el rosario de opciones existen también los Spa holísticos, que buscan “bajar el estrés impulsando una respuesta nerviosa parasimpática”, explica Bonnie Baker. Mientras los Spa médicos, “se enfocan en la resolución de problemas de salud a través de una relación más pasiva con el paciente, un Spa integral ofrece programas de prevención en las que el huésped se encarga activamente de su bienestar. Un bienestar a largo plazo”.
Sobre todo este abanico de experiencias de bienestar tan disímiles entre sí sobrevuela el rótulo “lujo”. “Un término subjetivo, ya que lo que es lujo para uno puede no serlo para otra persona”, opina Bonnie. Si antes se describía al lujo “en términos materialistas, ahora éste se refleja en temas como servicio personalizado y experiencias”. Un Spa puede ganarse esta clasificación “por el nivel de sus amenidades”, admite.
El lujo y lo escaso
Pero también el lujo hoy se relaciona con la ecología: “no se trata de gastar, sino de optimizar recursos”, afirma el reporte de Global Wellness Institute. Finalmente, el lujo puede relacionarse con experiencias que no necesariamente tengan que ver con el precio de sus servicios. O incluso con la originalidad de los mismos. Sino con la distancia o dificultad en acceder a ellos. Así, la visita a un sento –baño público en Japón- o a un hamam turco, puede convertirse en una experiencia de alta gama para el occidental que viaje miles de kilómetros dispuesto a vivir aventuras de este tipo.
Solo basta la salud
Y si hablamos de “lujo” como acceso a bienes escasos, si hay algo que nos enseñó la actual crisis sanitaria es que sin salud todo lo demás no importa. Así, para muchos, hoy las bolsas de lujo y los coches importados ya no representan un objetivo a alcanzar. A pesar de la sana distancia y las restricciones a los Spa, la industria del bienestar seguirá moviendo miles de millones de dólares. Y con un mismo objetivo: que podamos relajarnos, tener una mejor salud y alcanzar algo cercano al estado alfa.
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