Desde 2003, el Día Mundial para la Prevención del Suicidio es un esfuerzo para demostrar que este acto se puede prevenir creando conciencia.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cada año se suicidan casi un millón de personas. Esto quiere decir que fallecen así 16 de cada 100 mil o, en otros términos, que hay una muerte por suicidio cada 40 segundos. Eso en tiempos “normales”. Ya se revelará el impacto que la pandemia tendrá en estas cifras, que ya de por sí se suponían altas en 2020 (se calculaba 2.4% de la carga de morbilidad mundial y aún no se sabía nada del COVID-19). Por eso es tan importante hacer caso de las recomendaciones que abandera el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebra este 10 de septiembre.
Organizado por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, con apoyo de la OMS, desde 2003 trabajan en hacer conciencia a nivel mundial sobre las múltiples maneras en las que se puede prevenir el suicidio.
Cabe destacar que lo hacen desde un enfoque de salud, hablando de las causas que puede tener y de los efectos que puede provocar en las personas que viven el suicidio de una persona cercana. Es decir, se habla de la salud mental y emocional, no de juicios morales. Precisamente porque es hora de eliminar los tabús y reconocer que el suicidio puede no ser una decisión sino la consecuencia de un padecimiento como la depresión y la ansiedad, entre otros.
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La importancia del Día Mundial para la Prevención del Suicidio
El hecho de que exista un Día Mundial para la Prevención del Suicidio habla de una evolución en el tratamiento de esta acción. Considerarla un pecado, una humillación o una cobardía responde al bagaje cultural de cada persona. Pero en términos más neutrales es un efecto del mal tratamiento de muchos trastornos mentales sobre los que hay que crear conciencia.
Así lo dice la OMS: “A nivel mundial, la prevención del suicidio es una necesidad que no se ha abordado de forma adecuada debido básicamente a la falta de sensibilización sobre la importancia de ese problema y al tabú que lo rodea e impide que se hable abiertamente de ello”. Según la organización, son muy pocos los países que han incluido la prevención del suicidio entre sus prioridades sanitarias.
La Clínica Mayo recomienda poner atención a señales de alerta como el aislamiento, los cambios radicales de humor, las charlas sobre el suicidio, el aumento de consumo de drogas o alcohol, los cambios en la personalidad y algunas señales más que pueden dar indicio de intenciones suicidas. Ante ellas lo más importante es acudir a expertos, ya sea por medio de líneas telefónicas como las que pone al servicio del país la Universidad Autónoma Metropolitana o visitando a un experto en salud mental como un psicólogo o psiquiatra. Es importante, para quien los tiene o para quien los ha visto en otros, recordar que los pensamientos suicidas no desaparecen por sí solos. Darles la importancia que merecen es clave para evitar una cadena de afectaciones de salud que puede trascender por generaciones. Si necesitas hablar con alguien, nunca dudes en hacerlo.
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