El artista conocido como Banksy ha pasado tres décadas activo bajo el anonimato, pero debido a una demanda quizá estemos cerca de conocer su identidad.
Sabemos poco de él aunque sus graffitis le den la vuelta al mundo. El artista Banksy está activo desde finales de los 90 y, no sabemos cómo, pero ha conseguido mantener su identidad en el anonimato. Por supuesto existen muchas teorías sobre quién podría ser. Están los convencidos de que se trata de un originario de Bristol, Inglaterra llamado Robin Gunningham.
Aunque también se ha dicho que es Robert Del Naja de Massive Attack, lo cual es poco probable a causa de su vida pública. También se ha pensado que es el ilustrador inglés Jamie Hewlett (quien dibuja a nada más y nada menos que a los integrantes de Gorillaz) o Neil Buchanan, el conductor del programa Art Attack.
Sea quien sea, lo cierto es que ha sabido burlar a fans, críticos y medios de comunicación, que no resuelven el enigma de su identidad. Pero un problema con la compañía Full Color Black, dedicada a hacer tarjertas de felicitación, podrían cambiarlo todo.
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¿Qué tienen que ver unas tarjetas de felicitación con que Banksy salga del anonimato y revele su identidad?
El artista perdió hace poco una demanda que interpuso a Full Color Black. La empresa se ha vuelto famosa por utilizar los graffitis del famoso artista en sus productos y él quería detenerlos. Pero Full Color Black dio al clavo en el juicio: si nadie sabe quién es Banksy, no hay un propietario intelectual de las obras. Ya que se trata de un anónimo, el trabajo se puede reproducir y utilizar como se quiera.
Esta es la razón por la que Banksy podría dejar el anonimato y revelar su identidad. Ya había intentado proteger su nombre al crear la tienda Gross Domestic Product (en la que dice vender arte, objetos para la casa y decepción), pero al parecer esto no es suficiente y tendrá que identificarse si no quiere perder derechos sobre sus obras.
Al cerrar el juicio, la Oficina de la Unión Europea de Propiedad Intelectual (EUIPO) anunció que el artista “eligió mantenerse anónimo ya que ha realizado sus graffitis en propiedades privadas sin permiso, en lugar de hacerlo sobre lienzos o en su propiedad”. El artista tendrá qué pensarlo porque, aunque nos encante que burle a la era de la privacidad casi nulificada, sería una pena que perdiera sus derechos sobre un cuerpo de obra tan emblemático y representativo de finales del siglo XX e inicios del XXI.
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