Para tener un mayor bienestar, los islandeses comparten un pasatiempo nacional de nadar, que les ayuda a ser felices y vivir tranquilos cotidianamente.
Cada pueblo en Islandia, por más pequeño que sea, tiene una piscina pública o solárium que permanece abierto todo el año. La mayoría incluye una bañera con hidromasaje, pueden ser al aire libre con vistas impresionantes o con calefacción geotérmica. El pasatiempo nacional que llena de entusiasmo y bienestar a los islandeses es descansar o nadar en estas piscinas o aguas termales.
Para hacer ejercicio, tomar aire fresco o simplemente reunirse a platicar, en Islandia la gente prefiere pasar el tiempo en las albercas públicas que en el parque o en algún pub. La cultura de los baños públicos es una parte importante de la vida cotidiana de los islandeses, por más extraño que parezca en un país donde el clima es frío o extremadamente frío.
Sin embargo, la piscina es un lugar tan social como lo es para hacer ejercicio y llena de tranquilidad y bienestar a los habitantes que diariamente van a visitarla.
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Swimming Pool Stories y la comunidad islandesa
En entrevista con la BBC, el cineasta islandés Jón Karl Helgason habla un poco sobre el documental que realiza y en el que aborda esta parte importante de la vida en Islandia. Swimming Pool Stories es el nombre que lleva su obra, misma que lo ha llevado a visitar más de 100 piscinas en el país y estará disponible en octubre de este año.
Helgason recuerda sus días de pequeño y asegura que todo el mundo usa las albercas públicas, desde niños hasta ancianos, diariamente, antes o después de la escuela o el trabajo o simplemente para tomar un café y platicar.
La realización del metraje, ha llevado a Helgason a conocer la parte medular de este pasatiempo nacional, y en sus propias palabras, asegura que “sentarse en una piscina semidesnudo significa que todos los adornos asociados con la clase o riqueza a través de la ropa se han ido. Ahora eres quien eres. Nada más y nada menos.”
Los registros de albercas públicas en Islandia datan del siglo XIII, en un pequeño estanque en el oeste del país. Sin embargo, fue en el siglo XX cuando las albercas se convirtieron en un elemento cotidiano en la vida de los islandeses.
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