Lacaton & Vassal ganan El Premio Pritzker por sus onstrucciones baratas y fáciles de construir, que reducen el gasto energético.
El equipo de arquitectos franceses ha apostado desde el comienzo por una arquitectura con vocación social, basada en rehabilitaciones de edificios preexistentes, en el cuidado al medio ambiente, en ahorro de energía y en bajos presupuestos. “La buena arquitectura está abierta a la vida, a reforzar la libertad de las personas y permitirles que hagan en ella lo que necesitan hacer. No debería avasallar ni imponer, sino ser algo familiar, útil y hermoso”, dice en un comunicado sobre el premio Anne Lacaton, una de los premiados.
El premio Pritzker reconoce esta aportación de Anne Lacaton (1955, Saint-Pardoux, France) y Jean-Philippe Vassal (1954, Casablanca, Marruecos), que además están casados y son socios del estudio Lacaton & Vassal (1987) con sede en París. ¿Por qué decantarse por edificios vistosos y caros? Ellos han seguido al pie de la letra sus ideales y que se traducen en construcciones baratas y fáciles de construir, que reducen el gasto energético de una forma peculiar, envolviendo el edificio.
Todo empezó en África. Tras estudiar arquitectura en Burdeos, Lacaton se trasladó a Níger, donde ya trabajaba Vassal. Allí todo escaseaba y lo poco que había se reciclaba o reutilizaba. La primera vivienda que hicieron fue para los papás de Anne en Floriac, en una zona de campo de Burdeos y ahí pusieron en práctica esta idea de aprovechar todo.
Demoler no es la solución
Luego llegó la casa Latapie en 1993. En esta ocasión imitaron la idea de los invernaderos de la zona para ampliar la superficie sin invertir mucho dinero y con muchos beneficios energéticos. Fabricaron la nueva fachada con polímeros, que aislaban la casa en invierno, la hacía más fresca en verano y además le proporcionaba todo el año un espacio intermedio para su uso.
Uno de sus proyectos más relevantes fue la transformación de la Torre Bois-Le-Prêtre, un edificio de 17 niveles y 96 departamentos situado en el norte de París y que se construyó en los años 60. Junto a Frédéric Druot le dieron una nueva vida. En lugar de demolerlo, el matrimonio de arquitectos propuso un plan de ampliación.
Hacer mejor lo que ya existe
El proyecto consistió en eliminar la fachada de concreto y en añadir galerías de tres metros de ancho. De esta manera ampliaron la superficie del piso, mejoraron la gestión del aire y luz natural de forma eficiente y además todo costó mucho menos que demoler el edificio antiguo y construir otro. “La demolición es la solución más fácil, pero es también una pérdida de energía, materiales e historia y un acto de violencia. La transformación es hacer más y mejor con lo que existe”, dicen estos arquitectos, sobre el trabajo que llevan realizando tres décadas.
Además de viviendas colectivas o particulares, Lacaton y Vassal han construido edificios universitarios como la Escuela de Arquitectura en Nantes (2003-08), bodegas, teatros como la sala Le grand Sud (2009-13) en Lille o espacios museísticos como la transformación del Palais de Tokyo (2012) en París, un equipamiento para el arte contemporáneo realizado con un presupuesto mínimo, que en su primera fase no llegó a los 400,000 euros.
En el 2019, ganaron otro premio prestigioso, el Mies van der Rohe, por sus tres edificios de 530 departamentos en el Grand Parc de Burdeos, firmados con Druot y Christophe Hutin. El enfoque fue muy parecido a la Torre Bois-Le-Prête. Además, los inquilinos no tuvieron que salir de sus casas y el costo fue de 365 euros por metro cuadrado.
“Este año, más que nunca, hemos sentido que debíamos formar parte de la humanidad en su conjunto. Ya sea por razones sanitarias, políticas o sociales, es necesario construir un sentido de colectividad. Como en cualquier sistema interconectado, ser amable con el medio ambiente y la humanidad significa ser amable con la próxima generación. Lacaton y Vassal son radicales en su delicadeza y osados en su sutileza, equilibrando una aproximación respetuosa y decidida a nuestro entorno construido”, mencionó Alejandro Aravena, ganador del Pritzker en 2016 y ahora presidente de su jurado.
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