¿Quién iba a pensar que los deshechos de la industria de la tortillería se convertirían en un experimento para ayudar al medio ambiente?
Martha Elena Domínguez Hernández es investigadora de la FES Cuautitlán y desarrolla una línea de productos e investigación llamada “Sustentabilidad, circularidad y seguridad alimentaria en agroecosistemas”, de la que se desprende la creación de fertilizantes orgánicos como una práctica agroecológica.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), el 95% de nuestra alimentación se produce de forma directa o indirecta en los suelos. Y para satisfacer las necesidades de la población mundial se han utilizado fertilizantes químicos de forma indiscriminada, ocasionando repercusiones en el medio ambiente y la salud humana.
Algunas de las enfermedades asociadas con este uso desmedido son la celiaquía, el bocio, la hipertensión y malformaciones de nacimiento. Así como diversos tipos de cáncer.
De este modo, cobra importancia la innovación de sustancias que no impliquen riesgos en la salud y cumplan los objetivos de productividad y nutrición deseados. Por eso, la preferencia de un fertilizante orgánico a uno convencional.
Beneficios del nejayote como fertilizante
El primer producto creado por la doctora Martha Elena Domínguez, en vías de ser patentado, es un fertilizante orgánico elaborado con el deshecho de la industria tortillera.
En México se conoce como nixtamalización al proceso de cocción del grano de maíz en presencia de hidróxido de calcio. Y al agua residual de este procedimiento se le denomina “nejayote”.
Este fertilizante ofrece múltiples ventajas ya que, al darle un tratamiento previo y evitar desecharlo por el drenaje e incorporarlo al suelo para la producción de maíz se logra la circularidad. Es decir, cerrar el ciclo de nutrientes desde la producción de maíz hasta el procesamiento agroindustrial. Y, sobre todo, se evita la contaminación de aguas.
Además, “se recupera el agua utilizada en el proceso de nixtamalización, lo que permite dar un riego de auxilio de entre 7.5 y 15 milímetros a los cultivos. Esto favorece el crecimiento de las plantas en periodos sin precipitación”, explicó la docente.
Actualmente, se trabaja con diferentes instituciones educativas para obtener otros agroinsumos a partir del nejayote, como herbicidas o plaguicidas. Con el IPN se sigue colaborando sobre la recirculación de nutrientes desde la siembra hasta el procesamiento agroindustrial del maíz. ¡Y esto desde luego que son muy buenas noticias!
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