¡Alerta! La contaminación lumínica está acabando con la fauna

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¡Alerta! La contaminación lumínica está acabando con la fauna

La contaminación lumínica es un problema que no sólo afecta a los animales, sino al propio ser humano. Te decimos por qué.

Insectos y aves que durante milenios han utilizado el cielo nocturno para guiarse, ahora ven su ambiente alterado debido a la alta contaminación lumínica.

El exceso de alumbrado nocturno altera tanto la biología como las pautas de comportamiento de las especies silvestres. Particularmente aquellas que aún viven en las zonas urbanas.

Es el caso del escarabajo pelotero, un volador nocturno muy diestro por naturaleza. Hoy, la contaminación lumínica le está dificultando la vida, al limitar su capacidad para andar por las noches.

Y es que los escarabajos deben viajar en línea recta poniendo tanta distancia como les sea posible entre ellos y sus rivales. Para ello, se guían por las estrellas, que tal cual son sus brújulas naturales.

En un cielo cada día más invadido por la contaminación lumínica, los escarabajos peloteros se pierden. Lo cual los hace más vulnerables ante sus presas.

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Foto: Unsplash

Por una situación similar atraviesan las polillas. Es común que las orugas de las polilla busquen el calor que necesitan en las luces de la calle, ya que les sirve como fuente de energía en las noches.

Sin embargo, el brillo constante del alumbrado público y los espectaculares —particularmente en las zonas más pobladas— les cansa, las aturde y les impide regresar a su lugar de descanso.

Un estudio reciente publicado en la revista Science reveló que las carreteras en el Reino Unido con mayor contaminación lumínica albergan un 52% menos polillas.

El equipo detrás de esta investigación concluyó que la contaminación lumínica es mortal para los insectos nocturnos. Pues demás de interferir con su orientación, inhibe sus rituales de apareamiento y cortejo.

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Foto: Unsplash

La polinización también está en riesgo por la contaminación lumínica

La contaminación lumínica podría provocar, más pronto de lo que pensamos, que un alto porcentaje de aves e insectos se extingan debido a que mueren, se pierden o dejan de encontrar parejas para reproducirse.

Pero no sólo eso: la contaminación lumínica también impide que esta fauna llegue a las flores y especies vegetales que polinizan. Esto, desde luego, afecta toda la cadena alimenticia, incluida la del ser humano.

Y no solo los animales pequeños utilizan la guía de las luces nocturnas para moverse. Otros animales, entre los que se incluyen las aves migratorias o las focas, utilizan la luz de la luna, las estrellas y la Vía Láctea para moverse de noche.

Al verse impedidos de contar con la luz natural del cielo nocturno, se ven obligados a buscar señales en su entorno inmediato que nada tienen que ver con cómo funciona su mundo por naturaleza.

Se estima que, tan sólo en Estados Unidos, entre 100 millones y 1,000 millones de aves mueren cada año por volar hacia edificios. Y se cree que las luces artificiales juegan un papel importantísimo en el número de muertes.

Pero los efectos de la contaminación lumínica en la naturaleza son aún mayores. La luz que se emite desde rascacielos, bloques de oficinas, farolas y casas, se dispersa en la atmósfera, creando un resplandor del cielo que puede extenderse alrededor de 250 kilómetros.

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Foto: Unsplash

¿Hay forma de frenar este problema?

Desafortunadamente, vivimos en un grado tan avanzado de tecnologización que apagar la energía de las ciudades es prácticamente imposible. Millones de personas trabajan y dependen de la luz eléctrica en las noches.

Aunque ha habido esfuerzos como La hora del planeta (más pensados en reducir el consumo de energía eléctrica que pensando en los animales), la verdad es que son insuficientes para frenar este problema.

Y la contaminación lumínica está lejos de ser exclusivamente un problema animal. A nosotros mismos nos impide la observación adecuada del cosmos para los astrónomos. Y también nos aleja del medio ambiente a la par que seguimos afectando a más especies.

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Foto: Unsplash

Asimismo, las plantas o la vida marina son víctimas de esta luz omnipresente, lo que altera también sus ecosistemas de los cuales, de una forma u otra, se beneficia el ser humano.

La mejor manera de prevenir el daño ecológico de la luz sería mantener y aumentar las áreas sin iluminación. Pero, siendo realistas, ¿te imaginas un mundo en el que no haya luz ni internet hasta que vuelva a amanecer?

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