De acuerdo con los psicólogos, encontrarnos frecuentemente con nuestro niño interior nos ayuda a tener paz emocional y a sanar heridas del pasado.
¿Hace cuánto que no hablas con tu niño interior? ¿Tus actividades de adulto no te han permitido recordar con alegría momentos de la infancia?
En este Día del niño está bien que festejemos a los pequeñines del hogar, pero también es una excelente oportunidad para echarle un vistazo a ese niño inocente y juguetón, que todos llevamos en nuestro interior. Y que, a veces, olvidamos.
Las heridas más profundas, los recuerdos que más nos han marcado o los momentos más felices, han sido determinantes en nuestra infancia. Y todas esas experiencias son las que nos han formado como adultos.
Para la psicóloga y periodista Sara Clemente, cuidar a nuestro niño interior es de vital importancia para la mejora emocional y para mantener una sana autoestima. Pero, sobre todo, para reestablecer el lazo que nos mantiene con los pies en la tierra.
“Casi todos en la infancia hemos tenido heridas emocionales y si no las solucionamos en su momento, el niño interior estará dañado. Sabiendo que estamos en paz con nuestro niño interior podemos comprender por qué actuamos de cierta manera”, explica la doctora Clemente.
También te puede interesar: Megan Aline es la joven artista que pinta nuestro paisaje interior.
Existen 4 sencillos ejercicios que recomiendan los psicólogos para que sanemos, cuidemos y apapachemos a ese niño interior, que orgullosamente nos ha hecho ser quienes somos hasta ahora.
Haz un viaje al pasado
Busca una foto de cuando tenías entre 7 y 9 años. Analízala y recuerda cada detalle: en dónde te encontrabas, qué muebles había, quién estaba a tu alrededor o qué hacían tus padres. Cierra los ojos y trata de volver a ese momento exacto, pero como adulto. ¿Qué te gustaría platicarle a ese niño?, ¿cuál consejo le darías?, ¿qué te contaría él? Este ejercicio te ayudará a refrescar la memoria y a conectar nuevamente con tu niño interior.
Infancia es destino
Escribe en una hoja de papel las actividades que te gustaba hacer de pequeño. Haz una lista de las que eran tus favoritas y también pon todas las cosas que te daban miedo o no te gustaban de ti mismo. ¿Qué tienen en común con el adulto que eres hoy?
Replica momentos felices
De niños teníamos un platillo o postre favorito. Eso tal vez hasta la fecha no ha cambiado, pero aquel pastel o galletas que esperabas con ansias al llegar del colegio, y que cocinaba tu abuelita con tanto cariño, replícalo. Será difícil igualar la receta, sin embargo este ejercicio te hará recordar olores, sabores y gente cálida que estaba a tu alrededor. Esto refuerza la autoconfianza y la autoestima.
Date el gusto que quieras de vez en cuando
¿Qué juguete siempre quisiste de niño y nunca te dieron? Es normal que nuestros padres no cumplían todos nuestros caprichos. Es parte de la nomenclatura aprendizaje-enseñanza entre padres e hijos. Ahora que eres adulto, ¿qué te daría placer comprar y no lo haces por pena o porque tal vez es absurdo adquirirlo a estas alturas? ¡Qué más da! No te frustres, premiarte de vez en cuando hará que tu niño interior salga a flote.
Ahora que ya sabes cómo encontrarte con tu niño interior y te sientas orgulloso de él, no dejes de consentirlo. Y platica con él cuando sientas que algo no sale como tú quieras.
Mientras tanto, nosotros te dejamos con esta pregunta: y él, ¿se sentiría orgulloso de ti en estos momentos?
Suscríbete aquí a nuestro newsletter semanal y recibe buenas noticias directamente en tu correo electrónico.
También lee: 5 secretos para tener una relación feliz y duradera.