A 28 años de la muerte de la gran actriz Audrey Hepburn, recordamos su faceta como activista y defensora de causas sociales.
Todos la recordamos por su papel en Desayuno en Tiffany’s y por sus icónicos vestidos diseñados por Givenchy. Pero esta actriz no solo dictó cátedras de estilo: también nos dio lecciones sobre cómo ser un humano ejemplar. Este 20 de enero se cumplen 28 años de la muerte de la multifacética actriz Audrey Hepburn (1929-1993), nacida en Bélgica y de nacionalidad británica, y que saltó a la fama protagonizando la puesta en escena de Gigi en Reino Unido.
Años más tarde, Hepburn consolidó su huella en el cine al interpretar el entrañable papel de la divertida y algo ingenua Holly Golightly en la película Desayuno en Tiffany’s, la adaptación de la novela homónima de Truman Capote (quien, dicen, la consideró desde el primer momento como la actriz principal por esa chispa de energía traviesa que despedía tan naturalmente).
Nominada al Oscar por su papel en Roman Holliday, desde muy temprano Hepburn se consolidó como un icono de Hollywood, en dimensiones sólo quizás equiparables a las de Marilyn Monroe. Pero Hepburn, pese a ser una de las actrices más cotizadas de su época y a pesar de ese halo de galmur que la acompañaba 24/7, supo sortear los riesgos de la frivolidad del gremio y optó, en cambio, por ser vocera del feminismo y la diversidad desde el cine, así como una defensora de las infancias vulnerables.
Sus inicios en el activismo
Audrey Hepburn comenzó a mostrar su interés por ser una actriz diferente desde sus inicios en el cine. Ya en 1953, en su papel en Roman Holliday, fue notable el interés de Hepburn por elegir papeles en el que las mujeres fueran fuertes y con convicciones, cosa que en Desayuno en Tiffany’s —donde interpreta muy veladamente a una acompañante de lujo— la consolidó como una actriz sin tapujos y que escapaba de las convenciones de género, muy allá en los años 60. Ese mismo año interpretó un papel lésbico —también sutil, hay que decirlo— en la cinta La calumnia.
Sin embargo, la actriz se dedicó de lleno al activismo a sus 38 años, al retirarse a Suiza y dejando en segundo plano los sets de filmación. En 1987, se unió a la UNICEF en labores contra el hambre en el mundo. La misma Hepburn declaró en varias ocasiones el origen de este interés en el altruismo: desde niña, ella misma sufrió las consecuencias del hambre en una Europa azotada por los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Su silueta delgada, tan adorada por el mismísimo diseñador Hubert de Givenchy, en realidad respondía a una infancia de malnutrición que la privó de su sueño de juventud: ser bailarina.
Comprometida con las causas sociales hasta su muerte
De la mano de la UNICEF, Audrey Hepburn se dedicó a viajar alrededor del mundo, a lugares como Vietnam y Turquía, luchando contra el hambre y la malnutrición infantil, y, en sus últimos años de vida, a la lucha contra el sida. Incluso en 1992, a tres meses de su muerte y pese a encontrarse en un estado avanzado del cáncer, viajó a Somalia para honrar su compromiso con lo que ella consideraba su misión en la vida.
En agradecimiento a ese último gesto, y como un homenaje a décadas de activismo, la UNICEF inauguró en 2002 una estatua de Audrey Hepburn en su sede en Nueva York, donada por el actor Robert Wolders, viudo de la actriz. La estatua, de estilo contemporáneo, fue realizada por el artista John Kennedy y lleva por título “The Sprit of Audrey”. La obra muestra una silueta femenina en bronce abrazando a otra figura más pequeña, que representa la infancia a la que Hepburn protegió en vida.
También te puede interesar: ¿Qué hizo única a Coco Chanel? A 50 años de su muerte, te lo decimos