Si crees que decir “elles” te hace ser más incluyente, te equivocas. Te explicamos qué es el lenguaje incluyente y en qué casos sí deberíamos usarlo.
El lenguaje incluyente es, quizás, uno de los temas de los que más se habla pero de los que menos se sabe. Muchos creen que el leguaje incluyente se reduce a cambiar letras en una palabra, pero el tema es mucho más profundo.
El lenguaje incluyente y no sexista se refiere a toda expresión verbal o escrita que hace explícito el femenino y el masculino, pero que además se refiere con respeto a todas las personas.
Debemos recordar que el ser humano tiene la capacidad del lenguaje gracias a que puede pensar: pensamiento y lenguaje van siempre de la mano.
Por lo tanto, la manera en que expresamos nuestras ideas dice mucho de la forma en que vemos el mundo. Un lenguaje incluyente habla de una persona incluyente. Tan fácil como eso.
En los últimos días, se ha reavivado la discusión sobre si el lenguaje incluyente debe o no generalizarse en su uso cotidiano. Para muchos, se trata de una forma de evolucionar nuestro pensamiento. Para otros, se trata solo de una fachada que usan los falsos aliados para lucrar con ello.
Lo que no podemos negar es que muchas formas de lenguaje y expresiones sexistas que abundan en nuestro vocabulario — las cuales han pasado de generación en generación— construyen estereotipos de género, asociando a las personas con roles y expectativas sociales en torno a lo que deben ser/hacer las mujeres y los hombres.
Tampoco podemos negar que el lenguaje, expresado de forma binaria (hombre/mujer) deja poco espacio para las identidades no binarias. Es decir, aquellas que no se identifican con un género u otro.
El lenguaje incluyente no es una moda: es el futuro
En wokii creemos que todas las discusiones son bienvenidas, siempre que vengan del respeto y de una intención genuina de dialogar. Sabemos que hay posturas académicas que no coinciden con el lenguaje incluyente, pero no hablaremos de ellas en este espacio.
Aquí, más bien, queremos entender qué nos lleva a estar en contra del lenguaje incluyente, aun a sabiendas de que organismos internacionales de derechos humanos recomiendan su uso.
Estas son sólo algunas ideas sobre por qué el lenguaje incluyente molesta tanto a sus detractores.
1. Defender el lenguaje a capa y espada
Hemos visto cruzadas enteras de personas poniéndose de rodillas y besando con honores las reglas gramaticales del idioma, casi dando su vida en la lucha por la pureza del lenguaje.
Es curioso que muchos de ellos son especialistas en el idioma y, por lo tanto, saben de sobra que la naturaleza del lenguaje es cambiar y adaptarse a los usos de sus hablantes.
Pongamos un ejemplo: si hoy los hablantes comienzan a requerir que se sustituyan las terminaciones “a” y “o” para diferenciar entre femenino y masculino, y en su lugar utilizar la “e” como género neutro, es probable que con los años ésta sea la nueva regla del idioma.
Nada está escrito en piedra cuando se trata del lenguaje. Siempre es posible cambiarlo, sea cual sea la razón por la cual la gente ha decidido empezar a cambiarlo.
2. Creer que el lenguaje incluyente ya existe
De la mano de la creencia anterior está esta otra, que asegura que el lenguaje incluyente es innecesario porque “ya existe”. Quienes dicen esto aseguran que basta con buscar alternativas no binarias a ciertas palabras. Por ejemplo, que en lugar de decir “compañero” o “compañera” se use “colega”.
Si bien esto soluciona varios tropiezos al momento de querer utilizar lenguaje menos sexista, en ocasiones no es posible sustituirlo así de fácil. Por ejemplo, cuando nos dirigimos a un grupo de personas heterogéneo, donde hay hombres y mujeres, se recomienda por norma hablar en masculino.
Lo mismo si queremos escribir sobre la tercera persona del plural: siempre lo aconsejables es decir “los” y nunca “las”. En este caso, la variante “les” podría solucionar la situación, sin necesidad de ponerse a contar quién es mayoría en el grupo, si los hombres o las mujeres.
En conclusión: el lenguaje incluyente es mucho más que decir “nosotres”, definitivamente. Pero también, estos cambios morfológicos podrían ayudarnos a salir de las trampas sexistas de nuestra lengua.
3. Creer que el lenguaje incluyente es una ideología
De acuerdo con Karina Bárcenas, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la ideología de género es un concepto creado por grupos religiosos y conservadores para desprestigiar los derechos de mujeres y comunidad LGBT+.
Para quienes creen que existe la ideología de género, el lenguaje inclusivo es una forma de imponer, a capricho, una nueva forma de hablar.
Sin embargo, y relacionado con el primer punto, el lenguaje siempre va a cambiar, sin importar las necesidades que lleven a esos cambios. No vamos a discutir si la ideología de género existe o no. Aquí lo relevante es que nuestra lengua debe evolucionar, sin importar los motivos detrás.
4. Banalizar y ridiculizar el lenguaje por ignorancia
Muchas de las críticas hacia el lenguaje incluyente vienen del total desconocimiento de qué es. Es común encontrar memes o chistes con poco o cero sentido común. Por ejemplo, pensar que la gente a favor del lenguaje incluyente pugna porque exista el masculino de la palabra “casa”.
El lenguaje incluyente reconoce que hay palabras masculinas y femeninas, pero busca que otras (las que afectan directamente a una persona y a su identidad humana) sean menos sexualizadas y estereotipadas.
No, la palabra “casa” no necesita su versión masculina “caso”, ya que una casa es un objeto al que nosotros le asignamos un género de forma aleatoria. Una persona, en cambio, tiene el derecho a reconocer su identidad de género.
5. Nos aferramos a ideas sexistas y lgbtfóbicas
Por último, es triste pero es la realidad: en el fondo de la mayoría de los argumentos en contra del lenguaje incluyente está un desprecio a la diversidad y a la igualdad de género.
Ya sea que se exprese a manera de bromas o a manera de una cátedra universitaria, en muchos de estos discursos se aprecia un trasfondo machista, homofóbico, lesbofóbico o transfóbico. Y esto es por la simple razón de que no se piensa en estas personas con empatía.
En el fondo, también, se trata de una fobia a la educación sexual y a la libertad sexual. Cuando censuramos el lenguaje incluyente, en realidad censuramos la apertura de pensamiento.
Si fuéramos más sensibles, podríamos darnos la oportunidad de escuchar y aprender. Y así, comprenderíamos la importancia de ser incluyentes en algo tan básico como un simple saludo.
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