El artista francés Félix Blume realizó una instalación que reflexiona sobre el adiós a un árbol y nuestra relación con la naturaleza en el espacio público.
La gente que ha estado en San Rafael, ese pueblito medio mexicano, medio francés enclavado en la selva veracruzana, se ha familiarizado con el lele blanco que se encuentra en la plaza central de Paso de Telaya. Ahí, en la jardinera que rodea al árbol, las personas esperan el taxi, se sientan a conversar, y lo utilizan como punto de encuentro infalible. Este año, el lele blanco se convirtió también en la inspiración de Lluvias de Mayo, una pieza artística que explora sus posibles sentimientos a lo largo de una vida de 40 años que, lamentablemente, está por terminar.
Las emociones de un árbol
El artista Félix Blume llegó a San Rafael a principios de este año, cuando nadie imaginaba la magnitud de la pandemia. Llegó para ser el último artista invitado a las residencias artísticas de la fundación Casa Proal, un proyecto íntimamente relacionado al grupo hotelero Habita.
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El proyecto, bajo la dirección del también artista Carlos Eduardo Thomas, tiene como objetivo producir y promover el arte. Para ello, se invita a artistas franceses (ya que el pueblo fue una pequeña colonia de dicho país en el siglo XIX) a que realicen una obra o una exposición completa, relacionada con el poblado y con la participación de la comunidad.
Blume cierra con broche de oro la labor de la fundación al reflexionar, en Lluvias de Mayo, en torno a la presencia del lele blanco y su relevancia entre la comunidad. Ya que el árbol será retirado en unos meses para que se construya un kiosko, el artista se pregunta: ¿podrá tener emociones?, ¿recuerdos?, ¿reír o llorar?
La nostalgia de las lluvias de mayo
Para que los pobladores de San Rafael puedan escuchar a lele blanco con el que han convivido 40 años, Blume realizó una instalación sonora. Lluvias de Mayo hace caer agua de lámparas que hacen de frutas en las ramas del árbol a través de un sistema de mangueras transparentes para que las gotas que escurren caigan sobre cocos y tambores metálicos que suenan en cuanto el líquido llega a su superficie. De este modo podemos escuchar las emociones del árbol, como explica Blume, “todas sus posibles tristezas contenidas”.
El proyecto es meticuloso. En cada tambor se puede ver una fecha relevante en la historia del pueblo y, con el tiempo, el agua que cae sobre el metal, la borrará, como hace siempre el paso del tiempo. Por fortuna, la investigación realizada por Félix Blume, que reúne imágenes, recuerdos y entrevistas con los pobladores, permanecerá por más tiempo gracias al libro que complementa la obra y que puede descargarse dando click aquí.