Es probable que creas que ser feliz depende de ese coche que tanto te gusta o esa bolsa de marca por la que siempre has suspirado.
Es probable que creas que ser feliz depende de ese coche que tanto te gusta o esa bolsa de marca por la que siempre has suspirado. Nada más lejos de la realidad, diversos estudios científicos demuestran que los objetos solo ofrecen una felicidad ficticia que se esfuma en cuestión de días.
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Lo primero que debes de saber es en qué consiste la adaptación hedónica. Se trata de un concepto analizado dentro de la psicología positiva que explica que todos volvemos a nuestro nivel habitual de felicidad, independientemente de los altibajos de la vida.
De hecho, se ha demostrado vía varios estudios académicos que las personas que ganan grandes sumas de dinero en la lotería vuelven a sus niveles originales de felicidad un año después de haber recibido el premio.
También sucede que personas que han sufrido accidentes graves y han perdido una extremidad del cuerpo o, incluso, se han quedado en silla de ruedas, también vuelven a sus niveles originales de felicidad un año después de lo sucedido.
De ahí que el coche de tus sueños te produzca una aparente felicidad extra de manera temporal. Al final, te adaptarás a tu auto e, incluso, puede ser que comiences a soñar con uno que según tú es mucho mejor.
Entonces, ¿dónde está la felicidad?
Lo cierto es que el 50% de ésta depende de nuestra carga genética, y otro 10% le pertenece a nuestro entorno, así que sólo nos queda el 40% para intervenir.
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De esta manera, los expertos han llegado a la conclusión de que nuestros índices de felicidad pueden mejorar a través de cosas tan básicas como saborear una taza de nuestro té preferido, quedarnos tres minutos más bajo la ducha, escuchar nuestra canción favorita, pasear a nuestro perro por un campo lleno de flores, una buena cena acompañada de una gran conversación…
Es decir, la felicidad está mucho más cerca de lo que creemos y nada tiene que ver con los objetos. Y a ti, ¿qué te hace realmente feliz?