Se considera que la “zona cero” de la pandemia fue el mercado de Wuhan. Entender estos wet markets es básico para que otra crisis no vuelva a ocurrir.
Si hablamos del origen de la pandemia, resulta ineludible mencionar el mercado de Wuhan, en cuyas aguas residuales se encontró el patógeno causante del Covid-19. Luego del reciente informe publicado por la Organización Mundial de la Salud sobre su posible origen, resulta útil entender por qué este y otros ‘wet markets’ están en el centro de la controversia.
A continuación, te explicamos cómo funcionan estos mercados tan fundamentales para la vida comunitaria en China. Y claves para entender la crisis sanitaria actual.
El corazón de la vida comunitaria
Los wet markets han sido históricamente la columna vertebral de la cadena de distribución de alimentos en China. Y también el corazón de la interacción social de muchos que los frecuentan diariamente. En estos mercados se venden alimentos con precios más bajos que en tiendas, acercando frutas, carnes, aves y verduras a sectores de la población que no pueden permitirse los costos de los supermercados, por ejemplo.
Estos mercados son también el eje de la vida comunitaria de cada colonia o ciudad china: allí la gente -especialmente adultos mayores- platica, se encuentra, pasea. Y en un estudio realizado en 2012 en China se demostró que los niños que viven cerca de estos mercados tienen una mejor nutrición que aquellos que se alimentan con productos procesados. Estos lugares, además, son una fuente de ingresos para aquellos granjeros que no pueden producir para los hipermercados.
Animales exóticos en los wet markets
El problema es que antes de la pandemia, en estos mercados había escasas condiciones de higiene.
Para ser claros: se llaman ‘wet markets’ porque se venden animales vivos y muertos, y domésticos. Pero también existen las especies exóticas, como tejones, murciélagos, ranas, serpientes, osos o el ya desacreditado pangolín. En superficies reducidas, se apilan animales enjaulados, que, estresados por el encierro y a veces enfermos, babean, respiran, orinan y defecan muy cerca de puestos que presentan hortalizas, frutas, huevos, carnes, pescados, mariscos y aves listas para cocinarse.
Sin contar a los millones de hombres y mujeres que respiran ese aire atestado de microorganismos. No hace falta ser científico para imaginar lo que puede suceder en un lugar con estas características.
En junio de 2020, o sea, ya bien entrada la pandemia, al menos desde que fuera declarada como tal por la Organización Mundial de la Salud, el gobierno chino comenzó a tomar cartas en el asunto. Y a encarar una serie de reformas tendientes a mejorar la salubridad en los wet markets del país.
Para el ahora tristemente famoso mercado de Wuhan, se destinaron 28 millones de dólares para mejoras, que hoy incluyen refrigeradores, puestos y pisos con azulejos impolutos y puertas y vitrinas de metal y cristal. También en toda China continental se prohibió la venta de aves vivas y el consumo de ciertas especies salvajes.
Estas medidas ayudan, sí, pero no llegan al fondo de la cuestión. Porque la legislación aprobada en China en febrero pasado solo prohíbe el tráfico de animales salvajes para su consumo. Y no prohíbe el comercio de estas especies para fines medicinales o de entretenimiento. Es decir, animales salvajes que solo deberían estar sueltos y felices en su ambiente natural, van a seguir pululando en áreas urbanizadas en las que nada tendrían que hacer.
Infecciones zoonóticas
Y¿ por qué esto resulta importante? Bueno, conviene recordar que detrás de cada pandemia que ha atravesado la humanidad, incluida la Gripe Española, ha sido causada por una infección zoonótica. Estas enfermedades son las que aquejan a los animales y cuyos agentes patógenos pueden transmitirse a las personas. “La mayoría de las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas. Estas fueron originadas en mamíferos salvajes que han sido el trampolín para que virus como el VIH o el SARS se expandieran”, dice en su último libro Laurie Ann Ximénez-Fyvie, jefa del laboratorio de Genética Molecular de la UNAM.
Esta microbióloga doctorada en Harvard es autora del libro Un daño irreparable (Planeta), publicado este año y en el que revisa un año de pandemia en México.
“Lo que provocó la actual pandemia fue un microorganismo que brincó a un ser humano que, a su vez, fue infectado y comenzó a transmitirlo”, explica. Pero la experta mexicana también aclara que “de forma natural, hubiera sido virtualmente imposible que un murciélago y un pangolín se encontraran”. Y aboga por “leyes más estrictas que incluyan la veda de animales salvajes que presentan mayor riesgo zoonótico, como murciélagos, roedores y simios. Esta iniciativa podría ser un primer paso para evitar nuevos desastres ecológicos y sanitarios como el actual”.
Cuando el hombre destruye
La doctora en Ciencias Médicas por la Universidad de Harvard alerta sobre regiones latinoamericanas, de Asia y África, consideradas con riesgo zoonótico elevado. “Son zonas tropicales boscosas que sufrieron deforestación. Y cambios en el uso de la tierra, y donde la biodiversidad era alta”, dice en su bestseller.
La especialista en microbios insiste que “este encuentro desafortunado entre el pangolín, el murciélago y el ser humano no debería suceder nunca. Para que se den una idea: es como si una ballena infectara a un caballo. ¿Cómo sucede esto?”. La respuesta es sencilla y a la vez muy elocuente: “cuando el hombre destruye ecosistemas y trafica animales que solo pertenecen a su hábitat natural”.
Un llamado de atención para que en cada país, las autoridades encargadas del cuidado del medio ambiente y también de la salud trabajen en conjunto. Para que otra pandemia como la que estamos viviendo no vuelva a suceder.
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