La UNESCO hoy rinde tributo a la memoria de las víctimas del Holocausto, por eso recordamos a esos héroes que salvaron a miles de judíos.
Mucho se ha hablado de este semejante genocidio. Entrevistas de sobrevivientes se han publicado en distintos libros o medios de comunicación. Incluso, películas que hablan sobre el horror del Holocausto existen cientos. Y la cifra real de las personas ejecutadas en ese período aún sigue imprecisa.
Son muchos los nombres responsables que aparecen en las páginas de la historia, pocos a los que realmente se les hizo justicia. Personajes que al final se suicidaron, escaparon, o fueron ejecutados o procesados; pero que jamás experimentaron tan solo la mínima sensación de los abusos y crímenes que ejercieron contra sus víctimas, eso a lo que algunos llaman “justicia divina”.
Apellidos como Göring, Hess, Bormann y Mengele recorren iglesias, monumentos y museos como muestra de los opresores que nunca más se pueden ni deben repetir, en esta y cualquier historia de la humanidad.
Por eso, reconforta saber que la luz al final del túnel siempre aparece; ese último halo de respiración que nos da un poco de esperanza existe. Y esos héroes silenciosos, casi fantásticos, que se presentan en el momento preciso sin esperar algo a cambio, llegaron a darle otro sentido a la vida durante el Holocausto. No solo Oscar Schindler y el papa Pío XII fueron pieza clave para la salvación de miles de judíos en la Segunda Guerra Mundial.
También existieron otros personajes de los cuales poco escuchamos, pero que hoy, justo en el Día internacional en memoria de las víctimas del Holocausto, quisiéramos honrar por su inmensa valentía. Entre ellos, un mexicano.
El alemán que sobornaba a la Gestapo
Otto Weidt era un empapelador y tapicero alemán. Tenía una fábrica de cepillos y escobas en los barrios más pobres de Berlín. Al mismo tiempo que era el principal proveedor del gobierno alemán durante la guerra, empleó a más de 30 judíos ciegos y a varios judíos ilegales. Durante varios años logró proteger a sus trabajadores de la deportación, sobornando a los funcionarios de la oficina de empleo y a la Gestapo. Weidt comenzó a perder la visión a finales de los años 30.
El agente infiltrado de la Resistencia francesa
Jean Moulin se considera uno de los principales héroes silenciosos de la Resistencia francesa en el Holocausto, y aunque fue capturado y torturado los últimos días de su vida, durante su misión logró unir a varios grupos clandestinos de judíos contra el Tercer Reich. Y a través de vías secretas ayudó a otros tantos a escapar de ser deportados a los campos de concentración.
El cónsul que abrió las puertas de México
Gilberto Bosques Saldívar ejercía el cargo de cónsul general de México, en París, cuando recibió una instrucción especial de su gobierno: debía auxiliar a la mayor cantidad de perseguidos por el régimen nazi de Alemania. Y debido a que el consulado mexicano se había trasladado al puerto de Marsella, Bosques pudo ayudar a escapar a más de 40,000 personas, otorgándoles visas mexicanas y enviándolas a nuestro país en buques clandestinos.
“Nuestra ayuda consistió en la ocultación de ciertas personas, en documentar otras, darles facilidades, llevarlas a la posibilidad de una salida de Francia, que en ese momento era muy difícil”, menciona el cónsul en sus memorias publicadas por la cancillería mexicana.
El mimo que salvó a cientos de niños judíos
Marcel Marceau murió a los 84 años en 2007, pero antes de ser el artista prolífico que conocemos formó parte de la Resistencia francesa junto a su primo bailarín Georges Loinger. Ambos, en Francia, rescataron a más de 400 niños judíos recluidos en un orfanato. Gracias al entrenamiento de Marcel como mimo, los hacía jugar a que se comunicaran sin hablar. Marchaban, bailaban y se reían, pero no emitían ningún sonido con tal de pasar inadvertidos ante los soldados nazis.
“No hablo: basta ese grito interior para desnudar el alma. Trabajo por la paz: soy un activista de esa causa tantas veces perdida. Sé que muchos de ellos con el tiempo comprendieron que yo luchaba por sus vidas”, declaró el llamado “poeta del silencio” a un diario francés.
La mujer que fue una luz en el gueto de Varsovia
Para 1939, año en el que Hitler invadía Polonia, Irena Sendler trabajaba activamente en los comedores comunitarios de la capital. Caminaba por las calles del gueto de Varsovia con un brazalete que tenía la estrella de David, para mostrar su solidaridad ante los judíos perseguidos.
Y en 1941 se integró como enfermera del Consejo para la Ayuda de Judíos (Zegota), en donde se hacía pasar por “Jolanta” para evitar ser descubierta por los nazis, pues comenzó a trasladar a niños judíos del gueto de Varsovia en ambulancias, bolsas de basura, cajas de herramientas, sacos de papas o, incluso, ataúdes.
La Gestapo la sorprendió, la encarceló y torturó, sin embargo, meses más tarde, sobornando a los agentes de la Policía secreta nazi, un grupo de la Resistencia polaca logró liberarla. Obligada a borrar todo rastro de ella, Irena ni siquiera pudo asistir al funeral de su madre. Conocida ahora como “El ángel de Varsovia” salvó a más de 2,500 niños judíos.
Como ellos, existieron más héroes silenciosos que durante el Holocausto arriesgaron sus vidas, familias y patrimonio, para salvar las de otros.
Este día no solo se conmemoran a las más de 6 millones de víctimas de crímenes atroces que jamás debieron existir. Hoy más que nunca enaltecemos también la labor de aquellos personajes que dieron a otros la oportunidad de renacer, revivir. Nos concientizamos, hoy más que nunca, de que una preferencia sexual, color de piel, género o religión, no es instrumento de cambio para justificar la violencia de ninguna manera.
Hoy, vale apostar por crear un mundo mejor. Hoy más que nunca vale la pena seguir creyendo en la humanidad porque eso, para nosotros, es la gran oportunidad.
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