Más allá de cumplir sus obligaciones como consorte del Reino Unido, Felipe de Edimburgo realizó una labor humanitaria inimaginable. ¿Lo sabías?
En cualquier parte del mundo es bien sabido que la realeza y cada uno de los personajes que ha desfilado por el Palacio de Buckingham son parte esencial en la cultura de cualquier habitante británico. Hoy, Inglaterra se encuentra de luto porque ha perdido al príncipe Felipe de Edimburgo a los 99 años.
“Su Alteza Real falleció pacíficamente esta mañana en el Castillo de Windsor. La Familia Real se une a personas de todo el mundo para lamentar su pérdida”, escribieron en la cuenta oficial del Instagram de la Familia Real.
Conde de Merioneth, Barón de Greenwich, príncipe y consorte del Reino Unido, Felipe de Edimburgo estuvo casado 74 años con la reina Isabel II. Siempre caminó varios pasos detrás de su esposa, honrándola. Dicen que vivió a su sombra, pero al mismo tiempo fue equilibrio y guía familiar y estratégica de la monarca británica.
Su vida fue tan dramática en su infancia como sobresaliente en su carrera militar y de servicio a la monarquía. Felipe de Edimburgo asistió a más de 22,000 compromisos oficiales, más de 600 viajes al extranjero, dio más de 5,000 discursos; y él mismo bromeaba que tenía “la suficiente experiencia inaugurando eventos y en cortes de listón”.
Hoy es un día triste, sí. Pero también es motivo para celebrar a un hombre que además de príncipe interpretaba un rol aún más importante: el de un ser humano ejemplar y comprometido con su entorno, por eso aquí te mostramos 5 momentos cruciales en la vida de Felipe de Edimburgo.
Infancia es destino
Desde pequeño se enfrentó a los constantes cambios de residencia con su familia y sobre todo a la mala salud de su madre. Alicia de Battenberg, quien nació con una sordera congénita, sufría esquizofrenia y tuvo que ser hospitalizada cuando Felipe de Edimburgo era aún muy pequeño.
Dedicado a su familia
Cuando Isabel II ascendió al trono en 1952, Felipe de Edimburgo se encargó de la educación y el cuidado de los hijos, así como de las labores familiares. El Duque fue especialmente estricto con el príncipe Carlos, el mayor, a quien envió al internado Gordonstoun, en Escocia, donde él mismo estudió. Posteriormente, tras la muerte de la princesa Diana de Gales, el duque de Edimburgo intervino directamente en la educación de sus nietos: Guillermo y Enrique.
Un hombre siempre en movimiento
Era un súper atleta, un buen jugador de cricket y de polo. “Un hombre de acción que siempre estaba en movimiento”, cuenta Arthur Edward, fotógrafo de The Sun. Asimismo, lo describe como una persona amable, bromista, justa y preocupada por cuestiones sociales, económicas y medio ambientales del mundo, no solo de Gran Bretaña.
Escritor, príncipe altruista y más…
Apasionado del polo, la pintura, los animales y la literatura, Felipe de Edimburgo escribió más de una docena de ejemplares de temática variada, entre los que destaca una obra sobre medio ambiente, otra sobre la sociedad agrícola y otra sobre la conducción de carruajes. Supervivencia o extinción: una actitud cristiana hacia el medio ambiente; y Universidades y la difusión de la cultura o La evolución de las organizaciones humanas, son algunos de los títulos más notables y que siguen vigentes en las plataformas digitales literarias.
Su lado más humanitario
Fue patrocinador de 800 organizaciones de caridad y miembro de otras 780 en el Reino Unido y el resto del mundo. También fue nombrado el primer presidente de la World Wild Foundation (WWF), creada en Suiza en 1961. Asimismo, en 1956 fundó el Premio del Duque de Edimburgo, un programa en donde reconocen a adolescentes y jóvenes por completar una serie de ejercicios de superación personal y de integración, ayudando a sus comunidades. La iniciativa se ha extendido ya a 144 países.
Felipe de Edimburgo renunció a todo para estar al lado de la reina Isabel II, a quien acompañó incansablemente hasta el final. Hoy lamentamos su muerte, pero reconocemos con entusiasmo su labor altruista, más allá de haber sido Su Alteza Real.
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