¿Has pensado que un régimen político puede determinar la felicidad de la población? Pues hoy precisamente es el Día Internacional de la Democracia.
Si tomas un diccionario para buscar lo que significa democracia, encontrarás que es un “sistema político que defiende la soberanía del pueblo y su derecho a elegir y controlar a sus gobernantes”. Y aunque existe un Día Internacional de la Democracia (que se celebra el 15 de septiembre), hasta la fecha cada país tiene sus propios principios para ejecutar este régimen político.
Por otro lado, elegir y controlar son dos situaciones que podrían generar satisfacción en los ciudadanos, pero… ¿esto propagaría también un cierto grado de felicidad en la población?
Ante esta pregunta, un grupo de expertos, liderado por la profesora de Política Comparada, Isabelle Stadelmann, asegura que la democracia directa tiene muchos aspectos positivos. Pero no determinaría la felicidad absoluta de una persona. Sin embargo, sí genera confianza y seguridad en la gente “dos características fundamentales en el camino a sentirse feliz”.
Asimismo, la economía, las riquezas, los gobiernos eficientes y el sentido de comunidad, son algunas de las variables que se miden para conocer el grado de felicidad de los ciudadanos de una nación. Y básicamente la democracia (se supone) construye y fomenta cada uno de estos pilares.
¿Libertad es lo mismo que felicidad?
Por ejemplo, Stadelmann y su equipo hicieron un análisis sobre el efecto en la gente si existiera una posible abolición de la democracia. Los resultados arrojaron que, indudablemente, esta situación aumentaría el descontento de los ciudadanos. Porque la democracia es un régimen conocido, en el que la libertad de acción está por encima de todas las cosas. Exacto, un tanto así se dieron cuenta que, en cambio, la libertad sí está directamente relacionada con la felicidad.
Un inconveniente claro, de acuerdo con la profesora, es que sin democracia incrementa la vulnerabilidad de la población respecto al populismo. Y este régimen no da cabida a los debates.
La solución está en no confiar. Esto sonará algo extraño, pero mencionamos el caso concreto de Suiza: el sistema político se basa en una desconfianza generalizada. Es decir que los votantes son quienes dan orden a las decisiones económicas, políticas y sociales, por medio del referéndum y la iniciativa.
En el camino a ser felices…
Por su parte, Noruega encabeza la lista de países más felices. Su PBI per cápita, la expectativa de vida o el nivel de confianza en el gobierno son algunos de los parámetros de su felicidad, aunque no siempre los resultados van de la mano de la economía.
Para Gabriel Foglia, decano de Ciencias Económicas de la Universidad de Palermo: “el constructo social pesa tanto o más que el aspecto económico. Es la posibilidad de tener un soporte en caso de tener problemas y la percepción de libertad a la hora de tomar decisiones. Una persona puede ser rica en un país pobre pero no se sentiría tan feliz como en un país más igualitario”, finalizó.
Al final, las decisiones -buenas o malas- recaen sobre la población y eso puede generar una satisfacción generalizada, que llevará a un mayor grado de felicidad de la persona que se siente parte del sistema. ¿Interesante,no?
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