No es un chiste: hacerse el tonto tiene beneficios increíbles reconocidos por la psicología. Te contamos de qué se tratan.
En un mundo que valora más el saberlo todo y el responder al instante, nos parece extraño cuando una persona dice “no lo sé”. ¿Y si empezáramos a decir no sé, aunque sí tengamos el conocimiento? Es decir, hacerse el tonto puede tener algunos beneficios.
La Dra. Susan Krauss Whitbourne, es profesora emérita de ciencias psicológicas y del cerebro en la Universidad de Amherts, Massachusett, propone volver a darle importancia a “hacerse el tonto”, es decir, dejar de dar la impresión de ser Don Perfecto.
Sus declaraciones, publicadas en la revista Psychology Today, parten de una investigación realizada por dos investigadores alemanes: Laura Venz, especialista de la Universidad de Leuphana, y Hadar Neshan Shoshan, de la Universidad de Mannheim.
Ambos investigadores estudiaron el comportamiento de los empleados de varias empresas y notaron que había un estrés generalizado por saberlo todo y responderlo todo. La poca flexibilidad que hay en la cultura organizacional de las empresas hacia el “no sé” estaba enfermando a los empleados.
Pero hubo un segundo hallazgo: cuando los trabajadores ya estaban hartos de sus jefes o del empleo en general, tendían a “hacerse tontos”. Es decir, escondían sus habilidades y conocimientos como una manifestación de su enojo.
La relación entre el estrés y ‘hacerse tontos’
La investigación encontró que, cuando los empleados escondían su conocimiento, lo hacían para molestar a las personas que piensan que debían tener las respuestas.
Pero, al mismo tiempo, esto hacía sentir mucho mejor a los trabajadores enojados. Hacerse el tonto era dañino para la empresa, pero muy beneficioso para bajar los niveles de estrés y molestia de las personas inconformes.
Para irle poniendo nombres a las cosas, se llama modelo de estrés transaccional: el costo que tendrá hacerse el tonto vale la pena, considerando cuánta ansiedad se libera ocultando datos importantes.
Hacerse el tonto te permite sentir que tienes el control de una situación estresante. Y, ¿a quién no le gusta tener el control?
Piensa en un momento en el que deliberadamente ocultaste la respuesta a una pregunta que podías responder perfectamente bien. Puede ser en un ambiente de trabajo, pero también en tu casa, con tu pareja. Posiblemente, hacerte el tonto te hizo sentir bien, una especie de revancha.
No es nada amable de tu parte hacer esto, por supuesto, pero aún así obtienes una sensación de control.
Es por eso que los investigadores alemanes crearon este modelo de estrés transaccional, en el que proponen darle un poco la vuelta a esas dinámicas tóxicas. Dicho de otra forma, sí podemos hacernos los tontos, pero de una forma más asertiva y sin afectar a terceras personas.
Este modelo parte del supuesto de que todo está en nuestra percepción de una situación. Si lo vemos de esta forma, podemos mejorar nuestra capacidad para manejarla.
Beneficios de hacerse el tonto: ¿por qué es bueno par combatir el estrés?
Ocultar el conocimiento por enojo o como reacción negativa puede afectar a las empresas, a nuestras relaciones laborales y personales. Pero, ¿y qué hay de esa sensación de bienestar que obtenemos cuando nos “hacemos tontos”?
El estudio sugiere que podemos seguir haciéndonos tontos bajo un comportamiento al que llaman “ocultamiento racionalizado”.
En el “ocultamiento racionalizado”, se ofrece una justificación para no dar una respuesta. Por ejemplo, la persona podría negarse a responder una pregunta sobre la base de que la información es confidencial.
Otra forma de hacerse el tonto de forma racionalizada sería decir: no tengo a la mano el dato, pero te lo confirmo para no darte información incorrecta. Puedes salir a tomar aire, despejarte y regresar con una respuesta.
La ocultación racionalizada es completamente válida: por un lado, liberas el estrés de tener que responder todo perfectamente al instante, pero por otro lado proporcionas lo que se te pidió cuando te sientas listo para hacerlo.
En palabras de los autores, “hacerse el tonto es una forma bastante rápida, completa y absoluta de ocultar el conocimiento que despliega instantáneamente su función de afrontamiento, relacionándose así con una tensión psicológica baja inmediata”.
¿Deberías hacerte el tonto?
Si los hallazgos alemanes parecen sugerir que es mejor responder al estrés ocultando tu conocimiento, también hay algunas advertencias.
Los autores dejan claro que esta es una estrategia que puede ayudar a alguien a sentirse mejor momentáneamente, pero no funcionará a largo plazo.
En cambio, es preferible examinar qué es lo que te hace sentir tenso en una relación y luego abordar ese problema.
Por ejemplo, si la incapacidad de tu pareja para recordar sus propias citas médicas te molesta, fingir que no puedes ser de ayuda solo creará más problemas y discusiones en la relación.
Trata de identificar los momentos en los que el estrés te llevan a comportarte de manera contraproducente. En resumen, en lugar de ocultar tus fortalezas como una forma de sentir que tienes el control, aprovecha la oportunidad para sacar a lucir tu brillantez.
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