Dos naciones sudamericanas forjan una alianza para crear tecnología aeroespacial avanzada. Argentina y Chile apuestan por el conocimiento, la soberanía tecnológica y una presencia global en el espacio.
Durante décadas, el desarrollo aeroespacial estuvo dominado por potencias del norte global. Sin embargo, algo está cambiando. Este año, Argentina y Chile firmaron un acuerdo que representa mucho más que un proyecto conjunto: es una declaración de soberanía, de innovación y de ambición compartida en cuanto a tecnología aeroespacial se refiere.
Las protagonistas de este hito son la empresa argentina INVAP —líder regional en tecnología de radares y satélites— y las chilenas ENAER (Empresa Nacional de Aeronáutica) y DTS (Desarrollo de Tecnologías y Sistemas SpA). Juntas, diseñarán y fabricarán sistemas aeroespaciales de vanguardia.
Una alianza para crear tecnología aeroespacial
El Memorando de Entendimiento que firmaron plantea objetivos concretos: diseño, ensamblaje, prueba y comercialización de satélites y sistemas de radares de uso dual —civil y militar—. La transferencia tecnológica será mutua, y se prevé que los desarrollos puedan ofrecerse a terceros países.
Este acuerdo marca un giro respecto a la dependencia histórica de tecnología importada. Argentina y Chile ya no quieren ser solo usuarios. Ahora, se posicionan como creadores.
¿Qué están construyendo?
Los detalles técnicos aún se están afinando, pero el marco de trabajo está claro:
- Sistemas de radares 3D de vigilancia aérea y terrestre
- Tecnología satelital propia, con aplicación en comunicaciones, monitoreo ambiental y seguridad
- Centros de ensamblaje, integración y pruebas en ambos países
- Capacitación y desarrollo conjunto de capital humano
La colaboración también contempla estudios de factibilidad para nuevos desarrollos y misiones espaciales binacionales, como futuras constelaciones de satélites.
Por qué es tan importante esta tecnología aeroespacial
La alianza entre Argentina e INVAP —con experiencia en satélites como SAC-D, SAOCOM y radares para la Fuerza Aérea— y Chile —con su robusta industria aeronáutica y capacidad logística— es vista por expertos como un modelo emergente de cooperación sur-sur.
A diferencia de otros actores globales, que compiten o imponen condiciones, estos países apuestan por el desarrollo mutuo. Lo hacen con recursos limitados, pero con voluntad política y talento técnico.
Este modelo puede inspirar a otros países del hemisferio sur. Demuestra que, con estrategia, se puede construir soberanía tecnológica sin depender de grandes potencias.
Una apuesta a largo plazo
La firma del acuerdo no es un punto de llegada, sino de partida. Requiere años de trabajo conjunto, inversión sostenida y voluntad de mantener el rumbo. Pero el precedente ya está sentado: Sudamérica puede desarrollar tecnología de punta sin esperar a que otros la cedan.
El impacto de este tipo de proyectos va más allá del ámbito técnico. Genera empleo calificado, fomenta la educación en ciencia e ingeniería, y promueve un desarrollo más equitativo, con una mirada al futuro.
También podría interesarte: El auge de los perros robot de compañía a un precio más accesible