Aunque el sentido del olfato jugó un papel clave en nuestra evolución, parece ser que ahora lo estamos perdiendo.
En la historia de la humanidad, hubo algunos momentos clave que permitieron nuestra evolución como especie. Uno de ellos fue el descubrimiento del fuego, que permitió que nuestro cerebro se desarrollara más. Y otro es el sentido del olfato.
El olfato nos hizo más humanos, o al menos favoreció en nuestra especie procesos cognitivos como la percepción o la intuición, según revela un análisis del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
El trabajo, publicado en la revista Nature Communications y dirigido por el investigador de origen alemán Markus Bastir, comparó 80 cráneos de Homo sapiens, 30 de chimpancés y otros 14 de otras especies de homínidos, como los neandertales, Homo ergaster, Homo erectus y Midpleistocene Homo.
Los investigadores se centraron en la base del cráneo, que estudiaron en tres dimensiones, y concluyeron que los bulbos olfativos, donde está la estructura que recibe la información del olfato, son un 12% mayor en nuestra especie que en el resto de las especies estudiadas.
¿Cómo es la evolución de nuestro sentido del olfato?
El olfato ha favorecido el desarrollo de algunas funciones sociales que no tienen otros primates. Nos permite captar un olor indirecto para elegir a la pareja, a los amigos y forma parte de lo que conocemos como intuición.
Un ejemplo es el de las madres, capaces de identificar a su bebé por el olor. Es un sentido del olfato que creíamos que tenía poca importancia en nuestra especie y que ahora descubrimos que ayuda a establecer y profundizar relaciones.
Estudios genéticos recientes muestran una disminución en el número de genes de receptores olfativos funcionales a través de la evolución de los primates a los humanos.
Y tiene sentido: la evolución humana se caracterizó por el ascenso gradual de la visión y la reducción del olfato. Ya que al pasar a una postura erguida nos alejamos del suelo y de su enorme variedad de olores.
Desde los roedores hasta los humanos, los científicos detectan una reducción progresiva en la proporción de genes de receptores olfativos funcionales. Los ratones tienen aproximadamente 1,300 genes de receptores olfativos, de los cuales unos 1,100 son funcionales. Mientras que los humanos tenemos solo 350.
En conclusión: el bajo número de genes de receptores olfativos funcionales en humanos está directamente relacionado con el declive evolutivo del sentido del olfato humano.
¿Estamos perdiendo el sentido del olfato?
Lo anterior lo confirma otro estudio publicado en la revista científica PLOS Genetics. De acuerdo con sus autores, liderados por Sijia Wang de la Academia China de Ciencias, las variaciones en los genes de los receptores de olor sugieren que el sentido del olfato de los humanos se está volviendo gradualmente menos sensible.
El equipo de Wang examinó el genoma de 1,000 chinos para encontrar variaciones genéticas relacionadas con la forma en que los participantes percibían 10 aromas diferentes. Luego repitieron el experimento en una población étnicamente diversa de 364 personas para confirmar sus resultados.
El equipo identificó dos nuevos receptores, uno que detecta un almizcle sintético usado en fragancias. Y otro para un compuesto en el olor de las axilas humanas.
Los participantes del estudio portaban diferentes versiones de los genes del receptor del olor del almizcle y las axilas, y esas variaciones genéticas afectaron la forma en que la persona percibía los olores.
Básicamente, una de esas versiones era la moderna y la otra era la ancestral. Aquellos voluntarios con las versiones ancestrales (la versión compartida con otros primates no humanos) de los receptores del olor tienden a calificar el olor correspondiente como más intenso.
¿Te imaginas un mundo sin olores?
De acuerdo con la líder del estudio, estos hallazgos sobre la evolución del sentido del olfato respaldan la hipótesis de que la sensibilidad del sentido del olfato de los humanos y otros primates se ha degradado con el tiempo debido a cambios en nuestros receptores olfativos.
Durante la pandemia, muchas personas declararon haber perdido el olfato, lo que afectó desde su alimentación hasta detalles tan cotidianos como saber a qué huele su pareja.
Claramente, un futuro sin olfato no huele nada bien… afectaría nuestras relaciones íntimas, nuestro sentido de sobrevivencia (para saber si la comida que estamos a punto de comer está en buen estado) y muchos detalles más.
Pero si esa es parte de la evolución de la especie, parece que poco podemos hacer para evitarlo.
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