Si te has preguntado qué pasa con nuestros datos al morir, debes saber esto: hay propuestas de leyes para que heredes tu data a alguien más.
Cada minuto, se hacen 3.8 millones de consultas en Google, se envían más de 188 millones de correos electrónicos y 1.4 millones de personas entran a Tinder, todo mientras vamos dejando nuestros datos. ¿Pero qué pasa con todos esos datos al morir sus propietarios?
La data genera un auténtico catálogo de nosotros mismos en la web: quiénes somos, a dónde vamos a comer, dónde dormimos y hasta con quién. Lo preocupante de esto es que, incluso después de muertos, estos datos siguen disponibles.
¿Qué debería pasar con nuestros datos al morir? ¿Deberíamos tener el derecho de eliminarlos? ¿Se pueden heredar a otra persona? Todas estas preguntas pasan por la mente de abogados que, a nivel mundial, intentan poner orden a toda esta marea de datos en la web.
Producimos tantos datos que algunos filósofos creen ahora que la personalidad ya no es sólo una ecuación de cuerpo y mente; también existe el Ser digital.
Cuando morimos, dejamos atrás cadáveres informativos, compuestos por correos electrónicos, mensajes de texto, perfiles de redes sociales, consultas de búsqueda y comportamiento de compra en línea.
Carl Ohman, un especialista en ética digital, dijo que esto representa un gran cambio sociológico. Durante siglos, solo los ricos y famosos fueron documentados a fondo, pero ahora cualquier persona que tenga un dispositivo electrónico tiene un legado digital.
En un estudio, el Dr. Ohman calculó que, suponiendo que continúe existiendo, Facebook podría tener 4,900 millones de usuarios fallecidos para finales de siglo. Esa cifra presenta desafíos tanto a nivel personal como social.
“No se trata solo de ‘¿Qué hago con el perfil de Facebook de mi padre fallecido?’ Es más bien una cuestión de ‘¿Qué hacemos con Facebook y los perfiles de la generación pasada?’”.
Y, entonces, ¿qué pasa con nuestros datos al morir?
Tal vez te has hecho la pregunta: ¿qué pasaría si un día Facebook desaparece? ¿A dónde irían todas tus selfies que sólo subiste a Instagram o a Facebook y que no imprimiste ni respaldaste?
Anteriormente, cuando las fotos sólo se podían imprimir, quedaba un testimonio de dichos recuerdos, pero hoy la digitalidad nos hace depender de la decisión de las empresas digitales para mantener a salvo nuestra información.
Los datos de los muertos en las redes sociales representan un archivo de gran valor humanitario, un recurso histórico primario que ninguna otra generación ha dejado atrás.
Al preguntarse qué pasa con nuestros datos al morir, especialistas han propuesto designar restos digitales con un estado similar al de los restos arqueológicos, o “algún tipo de etiqueta digital de Patrimonio Mundial”, para que los académicos e historiadores puedan protegerlos de la explotación y el deterioro digital.
Luego, en el futuro, la gente podría usarlos para aprender sobre los grandes momentos culturales que se desarrollaron en línea, como la Primavera Árabe y el movimiento #MeToo, por ejemplo.
Hacia una ética de la data digital
Los perfiles públicos en las redes sociales son una cosa. Pero los intercambios privados, como los correos electrónicos o los mensajes de texto, suponen retos más grandes: ¿es información confidencial o puede ponerse a disposición de la historia también?
Hace unos meses, se estrenó en algunos lugares del mundo un documental sobre el fallecido chef Anthony Bourdain, donde su imagen y su voz se reconstruyen por medio de un holograma en 3D. También se leen algunos de sus correos electrónicos.
“No sabemos si Bourdain hubiera consentido en leer estos correos electrónicos en cámara”, dijo al New York Times Katie Shilton, investigadora enfocada en la ética de la tecnología de la información en la Universidad de Maryland.
Desde un punto de vista ético, la creación de un nuevo audio de las palabras de Bourdain requeriría el permiso de sus allegados. Aunque, hasta donde sabemos, la viuda y albacea del chef sí aprobó el uso de inteligencia artificial.
Pero, por otro lado, Ottavia Busia, ex esposa de Bourdain, publicó una serie de tuits luego del estreno del documental donde dijo que ella no aprobó la decisión y que tampoco cree que a Bourdain le hubiera gustado la idea de “revivirlo”.
Hoy, gracias a una nueva ley en California, si una empresa desea utilizar la imagen de una persona fallecida antes, requiere el consentimiento de los herederos de la persona fallecida y con una remuneración económica de por medio.
Algunos artistas expresan explícitamente sus deseos. Robin Williams, por ejemplo, quien murió en 2014, presentó una escritura que impedía el uso de su imagen, o cualquier semejanza de él, durante 25 años después de su muerte.
Y esto podría ser una opción para millones de personas más en cualquier parte del mundo. Sólo necesitamos nuevas regulaciones al respecto y una mayor ética y compromiso por parte de las empresas digitales.
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