Primera infancia: el presente que define nuestro futuro colectivo 

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Primera infancia: el presente que define nuestro futuro colectivo 

Estudios de UNICEF y el Pacto por la Primera Infancia confirman: invertir en los primeros años fortalece familias, reduce pobreza y asegura un México más justo.

La niñez no es una promesa futura. Es presente. Cada gesto, cada mirada y cada palabra que hoy reciben niñas y niños definen lo que serán mañana, pero también determina lo que somos como sociedad aquí y ahora.

En la primera infancia se juegan las oportunidades de equidad, salud, educación y bienestar colectivo. La evidencia científica es contundente: más del 90% de las conexiones cerebrales se forman antes de los seis años, lo que convierte a estos primeros momentos de vida en la etapa más determinante de todas.

Invertir en este periodo no es un gasto, sino la estrategia más poderosa de desarrollo social y económico.

Avances que necesitan fortalecerse

México ha avanzado al reconocer en la ley que la niñez es titular de derechos y al diseñar políticas como la Estrategia Nacional de Atención a la Primera Infancia (ENAPI). Sin embargo, transformar ese marco en cambios reales para millones de familias sigue siendo un gran reto.

Manuel Bravo, co-fundador de Cien Lenguajes del Niño A.C. y director de programas en EDUCANDO, lo señala con claridad: “La ENAPI enfrenta retos que limitan su consolidación, concretamente un presupuesto insuficiente, falta de un programa para operar la política, invisibilidad política en un alto nivel y poca claridad en sus funciones. La ENAPI es una estrategia altamente compleja, ya que se sostiene de los esfuerzos de diversas entidades gubernamentales, lo que requiere que la institución que la coordine sea sólida tanto política como financieramente”.

Sin embargo, añade, “esto no sucede así, SIPINNA (Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes) —que es el paraguas institucional que coordina y da legitimidad a la ENAPI— ha sido una de las principales instituciones cuestionadas para ser desaparecidas en el período de 2018-2024, y durante todo el sexenio o una gran parte, permaneció sin una cabeza formal al frente”.

Su advertencia está fundamentada en reportes como el Informe de Progreso de Políticas de Primera Infancia en México (Diálogo Interamericano, 2024), los Apuntes de Política Pública No. 25 elaborados por el propio Bravo en Faro Educativo (2021) y los diagnósticos del Pacto por la Primera Infancia.

Todos coinciden: las estrategias existen, pero sin presupuesto suficiente, sin liderazgo institucional y sin coordinación efectiva, no logran convertirse en cambios reales para las familias.

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Invertir en la infancia: la mejor oportunidad

México destina apenas el 0.61% del PIB a la primera infancia. Organismos como UNICEF, recomiendan al menos 1.5%. El esfuerzo no alcanza.

Bravo insiste: “Se requiere un presupuesto que no esté sujeto a negociaciones políticas anuales, sino que crezca de manera sostenida y progresiva, con una lógica de equidad que beneficie a los estados con mayor pobreza”.

En este mismo tema, José Carlos Gutiérrez Niño, coordinador general de Empieza Temprano, el programa de primera infancia de Fundación Televisa, señala: “Necesitamos una visión transexenal y presupuestos protegidos, como ya sucede en salud o educación básica. Es indispensable priorizar a comunidades rurales, indígenas y en situación de pobreza, con apoyos diferenciados a las familias más vulnerables”.

Construir equidad desde cada comunidad

El Análisis de la pobreza multidimensional en primera infancia 2018–2022, elaborado por el Pacto por la Primera Infancia a partir de datos del CONEVAL, revela un dato clave: en 2022 casi la mitad de niñas y niños menores de seis años vivía en pobreza”.

La desigualdad golpea con más fuerza en el sur. En Chiapas (79.3%), Guerrero (71.5%) y Oaxaca (67.3%), la mayoría de la infancia enfrenta esta condición.

Esta realidad muestra que las políticas nacionales, si no se adaptan, corren el riesgo de quedarse cortas frente a lo que vive cada comunidad.

Ahí es donde entran los ejemplos que ya funcionan en territorio. Bravo señala: “Un Kilo de Ayuda es un buen ejemplo del trabajo que realiza a nivel comunitario, ya que asume intervenciones en la salud (anemia), nutrición, seguimiento niño por niño en su neurodesarrollo y acompañamiento a las familias en una crianza cariñosa y respetuosa…”.

En la misma línea, Gutiérrez añade que la clave está en la pertinencia cultural: “Las estrategias más efectivas son las que se diseñan con pertinencia cultural y se apoyan en promotores comunitarios y profesionales formados en la región. Traducir materiales a lenguas indígenas y adaptar ejemplos a la vida cotidiana fortalece la apropiación”.

Lecciones de la pandemia 

La pandemia también dejó lecciones que no deben olvidarse. Bravo lo dice con claridad: “La pandemia nos recordó que la familia es el primer espacio educativo y de protección. También visibilizó la importancia de atender la salud mental de cuidadores, porque no puede haber bienestar infantil si los adultos responsables están bajo estrés extremo”. 

Ese recordatorio marcó a miles de familias que enfrentaron la crisis sin redes de apoyo suficientes. Gutiérrez apunta tres prioridades que se hicieron evidentes: “Fortalecer la educación inicial con cobertura y calidad, mejorar preescolar y promover crianza cariñosa y respetuosa desde los cuidadores primarios. Nada sustituye el clima emocional del hogar”.

La crisis sanitaria, con todo su peso, dejó claro que no hay política pública capaz de sustituir el papel de la familia, pero sí puede apoyarla y protegerla. 

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El poder de cada interacción

Mientras las políticas públicas se ajustan y los presupuestos avanzan con lentitud, hay algo que puede marcar la diferencia desde hoy: las interacciones cotidianas.

La neurociencia lo confirma: las experiencias diarias moldean la arquitectura cerebral y tienen un efecto duradero en la confianza, el lenguaje y la capacidad de aprender.

Gutiérrez comparte, desde su experiencia en Empieza Temprano: “en 2024 y 2025 formamos a más de 40,000 agentes sociales en interacciones significativas con niñas y niños a través de Vroom. Las familias reportan mejoras en lenguaje, atención y vínculo afectivo: convertir en hábito un simple juego de palabras antes de dormir transformó el tiempo en casa”.

Bravo habla sobre otra experiencia documentada en la investigación educativa: “Un estudio con CONAFE y Sésamo en Morelos demostró que el juego intencionado en hogares con menos recursos parentales generó avances significativos en el desarrollo infantil. Jugar, cuando es guiado y frecuente, cambia trayectorias”.

Este estudio forma parte de la serie Apuntes de Política Pública de Faro Educativo (Ibero, 2021), que subraya la urgencia de invertir en estrategias de estimulación temprana como la herramienta más costo-efectiva para el desarrollo infantil.

Cuidar a la niñez es cuidar al mundo

Sin duda, la primera infancia es el terreno donde se define el rumbo de un país. Cada peso invertido, cada política bien diseñada y cada interacción amorosa impactan hoy en el bienestar de niñas y niños y, por extensión, en la fortaleza de la sociedad.

México tiene la oportunidad de priorizar a la infancia con políticas sostenidas, presupuestos justos y estrategias culturalmente pertinentes.

También tiene el deber de acompañar a las familias en su tarea de cuidado y crianza. Porque cuando cuidamos a la niñez, cuidamos a México: sembramos resiliencia, dignidad y esperanza en el presente, y con ello, hacemos posible que la sociedad entera florezca.

Y aunque el desafío es urgente en México, la primera infancia es un asunto mundial: invertir en los primeros años es la estrategia más poderosa para garantizar sociedades más justas, resilientes y sostenibles en cualquier país del planeta.

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