Por primera vez, los científicos logran una mano robótica que puede comunicarse con el cerebro y tiene tacto. Scorpius es el sistema que lo permite.
Puede sonar futurista, pero es real. Un equipo de investigadores ha creado una mano robótica que se comunica con el cerebro como una mano humana. Ha necesitado décadas de experimentos que han concluido en algo insólito hasta ahora: la extremidad se comunica con el cerebro de forma bidireccional.
El estudio de esta mano robótica ya está publicado un en ArXiv. Y lo más alucinante de todo es que la mano además de obedecer lo que le dice el cerebro, tiene sensación de tacto. No es tan rápida como una mano convencional, pero es la primera que puede sentir el tacto.
Anh Tuan Nguyen, líder del proyecto e ingeniero biológico biomédico de la Universidad de Minnesota explica el alcance del invento: “Puede transmitir el sentido del tacto usando estimulación eléctrica por la interfaz nerviosa Scorpius, que tiene tanto receptores neuronales como estimuladores”.
La mano no es tan flexible ni tan sofisticado como una mano humana, pero es un gran adelanto en el desarrollo de dispositivos robóticos que sustituyen piernas y brazos. El éxito de esta mano es el uso del interfaz Scorpius. Una serie de microelectrodos implantados conectados al sistema nervioso periférico. Scorpius une estos nervios con una placa electrónica que contiene el procesador Jetson Nano de inteligencia artificial fabricado por la compañía Nvidia.
La perfección de Scorpius
¿Cómo funciona? Scorpius es el responsable de registrar los impulsos eléctricos que manda el cerebro a la mano amputada y los transmiten al circuito electrónico. La inteligencia artificial que está en el procesador interpreta los impulsos eléctricos gracias a los datos de su aprendizaje previo. Así consigue que los dedos de la mano se puedan mover de forma individual con una precisión del 95 al 99% respecto a una mano humana. ¿Cuánto tarda en reaccionar la mano antes de moverse? Entre 50 y 120 milisegundos, un poco más que una extremidad humana.
El gran logro de Nguyen y su equipo es que esta mano es compacta y se puede producir con componentes accesibles a nivel industrial. Y esto es una gran noticia porque permitirá que se pueda fabricar a un precio asequible. El desafío ahora es dotarla de una apariencia humana y profundizar en el desarrollo de materiales y piezas más durables que las que han usado actualmente. Sobre todo en relación a los micromotores.
Un futuro de hombres-máquinas
La conexión al sistema nervioso periférico es, según Nguyen, “un camino con futuro” para conseguir el sueño de “simbiosis entre humano y máquina”, como él lo llama. Y es precisamente por esta razón por la que el Pentágono está detrás de todo esto. Es el primer paso para el desarrollo de aplicaciones militares que unan cerebro y máquina.
También te puede interesar: Cómo los robots pueden ayudar a nuestra salud mental
Suscríbete aquí a nuestro newsletter semanal y recibe buenas noticias directamente en tu correo electrónico.