En México, casi 9 millones de personas viven con discapacidad. La inclusión no es una tendencia: es una deuda social urgente.
Según el INEGI, 8.8 millones de mexicanas y mexicanos de 5 años o más viven con alguna discapacidad, lo que equivale al 7.2% de la población total.
De ellos, 53.5% son mujeres y 46.5% hombres, y aunque muchas personas creen que la discapacidad está ligada exclusivamente a la vejez, la verdad es que atraviesa todas las edades y contextos. Zacatecas, Tabasco y Durango encabezan la lista de estados con mayor proporción de personas con discapacidad, superando el 10% de su población adulta.
Las cifras también reflejan desigualdad estructural:
- Solo 46 de cada 100 niñas, niños y jóvenes con discapacidad entre 5 y 29 años asisten a la escuela, frente a 60 de cada 100 sin discapacidad.
- En la vida adulta, solo 40.6% de las personas con discapacidad participa en actividades económicas, mientras que en la población sin discapacidad la cifra sube a 68%.
- Las mujeres enfrentan una doble barrera: apenas 31.3% participa en el mercado laboral, frente a 51.5% de los hombres con discapacidad.
No se trata de falta de capacidad: se trata de barreras. Barreras físicas, educativas, culturales y sociales que seguimos sin derribar.
¿Qué significa realmente hablar de inclusión?
La inclusión no es un favor ni una concesión. Es un derecho que garantiza acceso a educación, trabajo, salud, movilidad, oportunidades y participación plena en la vida social.
Significa diseñar entornos donde todas las personas —con cualquier condición— puedan vivir con dignidad, autonomía y respeto.
La discapacidad no reside en el cuerpo, sino en un entorno que no está diseñado para la diversidad humana. Y esa es la parte que podemos (y debemos) transformar.
12:34, un minuto diario para no olvidar la inclusión
En medio de esta realidad surge 12:34 El Minuto de la Inclusión, una iniciativa que busca generar conciencia desde lo cotidiano. La propuesta es simple: cada día, a las 12:34 del mediodía, detenerse un minuto para reflexionar sobre la inclusión, escuchar una historia, aprender algo nuevo, cuestionar un prejuicio o pensar en una acción concreta que pueda mejorar el entorno.
No pretende resolverlo todo, pero sí crear un hábito social: recordar que la inclusión no se delega, se practica. Y que el cambio empieza en lo que hacemos todos los días.
La tecnología también abre puertas: apps que impulsan la inclusión
La tecnología se está convirtiendo en una aliada poderosa. Apps como Be My Eyes permiten que personas ciegas reciban asistencia visual instantánea mediante voluntarios o IA; Google Lookout identifica texto, objetos y billetes para quienes tienen baja visión; Ava transcribe conversaciones en tiempo real para personas sordas o con hipoacusia; Wheelmap ayuda a localizar espacios accesibles; y Voiceitt interpreta patrones de habla no convencionales para personas con dificultades en el lenguaje.
Estas herramientas no solo facilitan la vida diaria, sino que amplían autonomía, participación y acceso digital —demostrando que cuando la tecnología se diseña con empatía, la inclusión avanza mucho más rápido.
¿Por qué urge actuar hoy?
Porque detrás de cada número hay una historia. Porque quienes enfrentan discriminación o inaccesibilidad no pueden esperar a que las políticas públicas avancen.
Y porque todos, en algún momento de la vida, podríamos necesitar un país más incluyente: las principales causas de discapacidad en México son la enfermedad (43.9%) y la edad avanzada (27.2%).
La inclusión es una inversión emocional, social y económica. Mejora comunidades, fomenta cohesión, impulsa productividad y fortalece la democracia.
¿Qué podemos hacer desde ya?
- Informarnos con datos reales, no prejuicios.
- Exigir accesibilidad en escuelas, trabajos y espacios públicos.
- Elegir lenguaje respetuoso y evitar estereotipos.
- Involucrar a niñas y niños en conversaciones sobre diversidad.
- Apoyar iniciativas colectivas como 12:34.
- Y, sobre todo, mirar y escuchar a quienes históricamente han sido invisibles.
9 millones de razones
México tiene casi 9 millones de razones para tomarse la inclusión en serio. La inclusión no empieza en leyes ni en discursos: empieza en cómo miras, cómo tratas y cómo abres espacio para que otras personas existan plenamente. Si un minuto al día basta para recordarlo, vale la pena intentarlo.
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