Frente a una laguna de ensueño en Tlaxcala, Japoneza Retreat es mucho más que un emprendimiento turístico y une lo mejor de Japón y México.
Japoneza Retreat es un hotel boutique ubicado frente a la laguna de Atlangatepec, en Tlaxcala. Inaugurado hace un año, es obra del mexicano Fausto Terán, reconocido realizador de cine que ha demostrado ser un exquisito arquitecto autodidacta. Prueba de ello es que el hotel fue nominado por el weblog Arch Daily como una de las mejores construcciones del año 2021 en todo el mundo.
Detox en Tlaxcala
A apenas dos horas de la CDMX, Japoneza Retreat es un destino autosustentable y de descanso. Está rodeado por el lago de Atlangatepec, tres volcanes y las sierras tlaxcaltecas, que de noche traen un aire frío y puro, que enamoran a quienes huimos de la contaminación de la ciudad.
Con atención al detalle, entre los servicios que encontrarás figura mayordomo personalizado, masajes descontracturantes y menú gourmet. También se ofrece jacuzzi al aire libre y onsen: el baño tradicional japonés.
Abunda la filosofía “Shirin Yoku” o “baño de bosque”, la cual propone a los huéspedes sumergirse en el bosque del lugar para vivir una experiencia de sanación y bienestar.
Además, Japoneza Retreat está fundada en un sólido compromiso con la comunidad local. “Aquí en Tlaxcala, todos los pueblos que tenemos alrededor son pobres. Como no hay trabajo, la mayoría de los hombres se van a Estados Unidos o Canadá”, cuenta Fausto.
“A muchos campesinos de la zona los capacitamos como carpinteros, cocineros o albañiles. De esta forma, han encontrado un ancla en su terruño y una forma de vivir”.
Apoyando la economía circular
En Japoneza Retreat cada detalle está pensado tanto en el confort del huésped, como en la necesidad de la comunidad local. “Todo el deck está hecho de madera de pino de la zona y manos locales. La madera, al necesitar constante mantenimiento, sigue dando trabajo aunque la obra ya esté concluida”, agrega Fausto.
Fue en Japón, donde entrenaba jiu-jitsu. Ahí Fausto entró en contacto con la filosofía oriental. “El respeto al sabio, al viejo, a los procesos… Y los mexicanos somos lo opuesto: puro corazón, la parte loca e intuitiva. Así con todo, tenemos cosas en común: los rituales de agua caliente, el onsen, y nosotros el temazcal”, sostiene.
De esa idea surgió Japoneza, nombre que proviene la contracción entre “Japón” y “Neza”, por Nezahualcóyotl. Este último era un monarca del Texcoco antiguo, pero también el arquitecto precursor de la arquitectura mexicana.
Donde hoy se yergue Japoneza Retreat había un establo de concreto y madera. “Así, encontré un lugar zen con una poza de agua caliente de madera, puestas de sol, el olor de las lavandas. En Japón, hay muchos lugares de contemplación, algo que en México no existe. Queremos un lugar para tomar, leer, comer, pero no para reflexionar o contemplar. Y este aire frío de montaña te purifica”, cuenta Fausto.
Contra la academia
“Siempre he estado en contra de la academia ortodoxa. Los arquitectos que más me gustan han creado grandes obras, pero no estudiaron arquitectura”, cuenta el artífice de este hotel.
Y cita a Ludwig Mies Van der Rohe, que fue albañil. A Luis Barragán, que era ingeniero. Y a Tadao Ando, que fue boxeador y creó Casa Wabi, en Puerto Escondido. De muy joven, Fausto fue un alumno modelo en Nueva York, donde estudió cine. Pero a la arquitectura la concibe de otra forma. “Hice cursos de arquitectura en línea. Sirven para pensar y tener puntos de vista, pero no te enseñan a construir. Y yo me he formado como arquitecto autodidacta. Todo esto lo diseñé yo, sin tener una educación formal”.
“Mi hermana tenía una fábrica de plásticos en Apisaco, cerca de aquí. Ella me dijo que detrás de la sierra había una laguna que nadie conoce, Tlangatepec, a la que vienen pájaros migratorios como patos canadienses, que llegan en el invierno. Muchas garzas y halcones. Y así fue como encontré estas tierras y las compré. Me convertí en ejidatario y así fue como me involucré con la comunidad local. De hecho, la persona a la que le compré el terreno trabaja en el hotel”.
Próximamente: Nakamura, el lugar donde abunda el aire fresco
En la propiedad, hay una segunda edificación: Nakamura, que en breve estará terminada. “Tiene varias habitaciones y está inspirada en las casas de los samurais o luchadores de sumo”, describe Fausto.
“En la parte del medio habrá puros tatamis. Está hecha de concreto y madera local, como una caja que absorbe calor durante el día y de noche lo suelte. Cada habitación tiene su chimenea y no hay vidrios en las ventanas, apenas cortinas de hule aislante. La idea es que fluya el aire fresco, algo que en pandemia se agradece. Justamente, cuando fue la Gripe Española, la arquitectura de la época respondió con el diseño de lugares abiertos que dejaran circular el aire. Eso luego se fue perdiendo”, concluye Terán.
Entonces, el concepto ya te lo aprendiste, la arquitectura se antoja y además está a pocos kilómetros de la ciudad. ¿Existirá alguna excusa para no ir ya?
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