No es posible sanar las heridas del pasado, pero sí es posible aprender de ellas. Te contamos sobre las teorías del niño interior.
El niño interior o niño herido es un concepto que nació de la terapia Gestalt. Para esta vertiente de la psicología, el niño interior es la estructura psicológica más vulnerable y sensible de nuestro “yo”. Se forma a partir de las experiencias, tanto positivas como negativas, que tenemos durante los primeros años de la infancia. Y hoy en el Día del Niño viene muy ad hoc el tema.
Dependiendo del tipo de experiencias y de cómo las interiorizamos, el niño interior puede ser una “persona” alegre, optimista y sensible o por el contrario, alguien temeroso de la vida, lleno de ira y rencores.
Dice la terapia Gestalt (y sus aprendices a lo largo del tiempo) que este niño se va escondiendo en lo más profundo de nuestro ser pero sale a la luz en determinadas circunstancias. Por ejemplo, cuando necesitamos enfrentar un proyecto que demanda mucha imaginación o cuando revivimos un miedo que, como adultos, no debería atemorizarnos.
¿Existe el niño interior?
Desde hace algunos años, abundan libros, talleres, terapias y coaching para ayudar a las personas a sanar su “niño herido”. Para algunos psicólogos, esto es solo una mala interpretación de la psicología.
Por ejemplo, el psicólogo Arturo Archila explica que el cerebro empieza a interactuar con su medio desde el útero hasta la muerte. Esto significa que el cerebro no deja de recibir información y que el condicionamiento no termina, es decir, que no se circunscribe solamente a lo sucedido en la infancia.
“Está claro que los primeros años de vida son de suma importancia para el ser humano, pero no determinante”, explica el psicólogo clínico en una publicación en su blog.
Para él, no existe un niño interior, ni un niño herido como sugieren otras vertientes de la psicoterapia.
En su opinión, es imposible sanar un niño interior “poniéndose en contacto” con las etapas de la infancia, pues las etapas de nuestra infancia, incluyendo las del desarrollo, son irrepetibles. Lo único que permanece es la memoria: los recuerdos de un adulto atormentado por el pasado de su infancia. Pero no hay niño atormentado dentro de un adulto.
Definir esto es de suma importancia precisamente por el abordaje terapéutico y la finalización de los problemas que nos aquejan.
“Lo absolutamente real es que el niño herido no existe. Lo que hay es un adulto de 25, 30 o 40 años atormentando por una infancia que ya se fue, pero que se repite en la cárcel de la memoria. Reconstruir el pasado aparte de incoherente es totalmente imposible”.
¿Cómo sanar las heridas de la infancia?
Las teorías del niño interior o niño herido dicen que es posible borrar ese pasado tormentoso, pero no es así. Lo que sí es posible es mirar ese pasado y tratar de aprender de él.
Nuestras primeras experiencias nos ayudan a configurar el significado de una realidad en constante cambio. No es que el pasado esté debajo del presente, sino que puede aportarnos las claves para comprender cómo nos hemos ido configurando y cómo le hemos dado forma a nuestro mundo, a lo largo del tiempo, y cómo lo seguimos haciendo.
El desarrollo humano es un continuo y está sumergido en el contexto en el que nacemos y en su evolución y cambio durante toda nuestra vida, en un constante ser en el mundo.
Desde esta perspectiva, la psicoterapia debe ayudarnos a sanar esas heridas del pasado. Pero no para compensar aquello que el paciente no tuvo, sino para ayudarle, a través de la relación con el terapeuta, a conectar con la manera en la que ha ido organizando su mundo.
Y aunque quizás no hay un niño herido dentro, lo que sí existe es un adulto que puede resolverse en cada acción, en cada instante, sin interferencia del pasado.
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