Quizás no te suene el efecto Diderot, pero es altamente probable que lo hayas sufrido. Y no, no estamos hablando de ningún virus de nombre francés.
Quizás no te suene el efecto Diderot, pero es altamente probable que lo hayas sufrido. Y no, no estamos hablando de ningún virus de nombre francés sino de una forma de consumir que nos puede jugar malas pasadas.
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Su nombre se hizo en honor al filósofo y enciclopedista francés Denis Diderot. En uno de sus ensayos titulado Lamento por mi bata vieja, el escritor reflexiona cómo un suceso tan sencillo se volvió algo dramático.
Diderot cuenta que recibió una hermosa y lujosa bata roja como agradecimiento por prestar sus servicios a Madame Geoffrin. Esta nueva bata —cuenta el enciclopedista— desentonaba con su modesta silla de mimbre, por lo que se decidió a comprar una silla nueva. Más digna que su bata nueva.
Después de la silla, Diderot compró toda una suerte de objetos que también estuvieran ‘a la altura’. Sin saberlo, cada acto lo acercaba más y más a la pobreza y que todo lo que había comprado ni lo necesitaba, ni lo quería realmente.
Diderot en la actualidad
Siglos más tarde, ninguno de nosotros estamos exentos de sufrir este efecto. De hecho, se podría decir que es más fácil sucumbir ante él.
Por ejemplo, una día decides mejorar tu salud y para ello empiezas a correr. Antes, incluso, de haber corrido de manera constante durante dos semanas, decides que necesitas unos tenis nuevos. Después, el smartwatch y terminas también comprando todo un clóset de ropa deportiva. Tú solo querías mejorar tú salud, pero terminaste resintiendo tu cartera…
También nos puede pasar si vivimos un aumento de puesto. Como creemos que ya estamos en otro estrato, se nos hace fácil pensar que debemos comprar un coche de mejor gama. El problema llega cuando crees que con ese coche debes usar una ropa de marca más cara o ir a restaurantes de lujo que antes ni pisabas. Nuevamente, el efecto Diderot se ha apoderado de ti.
¿Qué hacer para sobrevivir a él?
Lo primero de todo es ser consciente de lo que realmente necesitas y lo que no. Si quieres empezar a correr y ya tienes unos tenis viejos, úsalos. Si realmente sigues corriendo y lo conviertes en un hábito, pregúntate cómo unos nuevos tenis pueden mejorar tu carrera. Si tu respuesta es convincente, adelante, cómpratelos.
Al mismo tiempo, recuerda esa canción de los Rolling Stones, You Can’t Always Get What You Want, y báilala mientras te alejas de las tiendas o dejas de ver Amazon. Al fin y al cabo, los objetos nunca te harán feliz y las experiencias sí. Esa es solo una de las lecciones que nos ha dejado la pandemia, ¿no crees?