Treinta años después del estreno de Karate Kid, Daniel LaRusso y Johnny Lawrence se vuelven a ver en Cobra Kai nos dan una lección de vida.
Cobra Kai (secuela en serie de la película ochentera Karate Kid) no es solo una serie, es la confrontación de dos posturas de vida. Treinta años después del estreno de la cinta, Daniel LaRusso y Johnny Lawrence se vuelven a ver las caras. Y justo ahora se estrena la esperadísima tercera temporada que Netflix adelantó para poner felices a sus fans.
Y aunque pueda parecer que los papeles de bueno y malo se han invertido, ambos mantienen la mismas características de la famosa película que sirvió de inspiración a cientos de jóvenes.
Durante las dos primeras temporadas de la serie hemos visto a ambos personajes atados a un pasado que se ha vuelto un lastre y las diferentes formas de hacerse camino. Como era de esperarse, LaRusso se centra en el balance para lograr su propósito de vida y Lawrence utiliza la fuerza de la pasión y el deseo como catalizador.
Por ello, podemos afirmar de manera categórica que Cobra Kai no es solo una serie. Es una gran explicación de que en la vida no hay buenos o malos absolutos. Hay seres humanos con distintas motivaciones.
La lección de vida que nos deja Cobra Kai
Pero esta serie no es solo una historia de rivalidad tiene muchos aprendizajes filosóficos dependiendo del Dōjō.
Por un lado se encuentra el Miyagi-Do Karate. Dirigido por Daniel LaRusso bajo la clara influencia del que fue su maestro, Nariyoshi Miyagi. Su filosofía es clara, todo gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Además del ya clásico, “dar cera, pulir cera“; LaRusso sigue las enseñanzas de su maestro y antepone la razón a la fuerza. Algo que no solo aplica en la pelea, sino también en su día a día. Filosofía que también intenta inculcar en sus jóvenes aprendices.
Del otro lado se encuentra Johnny Lawrence, quien durante toda la primera temporada trata de resucitar de las cenizas el Dōjō de Cobra Kai. Si bien en un momento sus métodos no parecen políticamente correctos, descubrimos que este sensei le da a sus discípulos una mente ganadora por encima de todos y todo.
Su pasión hace llenarlos de dedicación y competitividad. Una tarea francamente difícil ya que la mayoría de sus estudiantes son los adolescentes rechazados.
Nuevamente, no hay bandos. Lo mejor es quedarse con la lección de vida que nos dan ambos Dōjō.
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